La erupción del volcán de La Palma es una clase diaria de geología en vivo. Nadie ha visto como se separaban los continentes de Pangea, pero ahora todo el mundo puede ser testigo en tiempo real de un fenómeno esencial de la historia geológica de la tierra.
Más allá de esa realidad casi cotidiana, el volcán de La Palma se ha convertido para los estudiantes de Secundaria gadorenses en un recurso didáctico excepcional desde que
comenzó a expulsar lava y cenizas. Este hecho tiene una historia detrás, como todo lo auténtico. Cuando Francisco Javier Román García le dijo a sus alumnos del Instituto de Enseñanza Secundaria de Gádor que se iba a ver el volcán con sus propios ojos, la mayoría de la clase se lo tomó a broma. Les pareció que el “maestro de Ciencias y de Geología” les estaba tomando el pelo. Pero, era verdad.
La noticia de la erupción remitió a este profesor a las primeras etapas de su larga y comprometida trayectoria como docente, hace ya más de treinta años. Francisco
Javier, en adelante, Paco como le conoce todo el mundo vivió su primer destino como profesor fue el Instituto de Guía de Isora, en la isla de Tenerife, tras una primera experiencia educativa en Ceuta.
Hasta ese momento, la ornitología había sido el tema que más interés le había suscitado durante su carrera de Ciencias Biológicas. Sin embargo, la impronta volcánica de las islas le sedujo y acabó convirtiendo esta disciplina en su principal inquietud. A esa evolución contribuyó el hecho de impartir la asignatura de Geología a los alumnos del COU de entonces. Estamos hablando de 1987. Algunos de los chicos que se sentaban en los pupitres del centro habían nacido en 1971, el año del volcán de Teneguía.
Vulcanología
Paco se entregó a explicar vulcanología a unos chicos que oían en sus casas los comentarios y los recuerdos aún muy recientes de la otra erupción. Por eso quizás, comprendió la importancia de detenerse en estos fenómenos para quienes los tenían como referencia de su propio entorno, natural, pero también social.
Paco llevó a sus alumnos a conocer in situ el impresionante legado de la actividad volcánica de Tenerife y de La Gomera y participó en varias jornadas de profesores y científicos en La Palma. La vulcanología ya no era solo una disciplina científica apasionante. Se había convertido en un nexo de unión con la tierra y con sus pobladores.
Todas esas vivencias fueron el detonante de un viaje esperado durante décadas sin fecha prevista: la imprevisible erupción de un volcán en las Islas Canarias. Paco no puede negar que se le saltaron las lágrimas. Cuando el pasado 21 de septiembre se encontró con esa manifestación de las fuerzas telúricas a menos de tres kilómetros de su punto de observación, el mismo que en esos días utilizaban todas las cadenas de televisión, es decir, la terraza de la ermita de Tajuya.
Paco no se fue solo a ver el volcán. Le acompañó un amigo de toda la vida, tinerfeño de nacimiento y almeriense de adopción, que también se dedica a la Enseñanza. Jesús Bonillo pasaba una temporada en su adorada tierra natal cuando Paco le anunció que iba a tomar el avión para viajar a Santa Cruz. Jesús no se lo pensó. Dos días después estaban ya a bordo del ferry rumbo a la La Palma. Vivieron juntos, como cuando eran dos adolescentes con la imaginación plagada de aventura, la experiencia de ver y escuchar el volcán en erupción.
Paco se trajo de La Palma una botella de cola llena de cenizas volcánicas y miles de imágenes grabadas en la memoria. Se vino con la sensación de que había cumplido un sueño. Ahora, en el IES de Gádor, los alumnos escuchan las lecciones del volcán de La Palma y miran por la lupa binocularlas para ver las cenizas. Unos adolescentes que saben que su tierra también fue en épocas muy remotas el escenario de volcanes quizás parecidos a este.
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