Contactaron por Internet en un momento en el que aún no abundaba eso de ligar a través de una pantalla. Roberto Regueiro se iba a mudar a Almería desde Coruña y entró al canal que gestionaba Mar Barberá para ir conociendo a gente. Con el hip hop como pasión compartida, tiempo después iniciaron un proyecto de vida en común que ya los ha llevado a establecerse en Barcelona, Nueva York y Londres, donde nació su hija Lily. En la capital británica, él imparte clases de parkour y ella trabaja con influencers del sector del vino.
¿Cómo llega un coruñés a revolucionar el panorama de la cultura urbana en Almería?
Roberto: Llegué a Almería a estudiar en un momento en que la escena del hip hop estaba arrancando. Y si la idea es que en Almería nunca pasa nada, porque la gente quiere que ocurran cosas pero no tienes ganas de hacerlas, lo cierto es que yo me junté con un grupo que sí que tenía ganas. Empecé a irme con los breakers de la Rambla y organizamos Duelo en el Desierto, torneo que ahora se enmarca en el Hip Hop Street Festival de Vícar. Aquello fue un ejemplo que destierra el estereotipo almeriense. R4M, así se llamaba el grupo, no tenía problemas en dejarse ver y viajar, pero siempre volvía a casa.
Sus caminos se cruzaron en Almería, pero ¿cómo surge la oportunidad de trasladarse a Nueva York?
Mar: Vivir a Nueva York era nuestro sueño porque es la meca del hip hop. Habíamos ido de vacaciones y, muchos años después, en un momento laboral de transición, decidimos intentarlo. Investigando qué visados nos permitían entrar, nos enteramos de que existe uno para estudiantes que te permite residir allí seis meses, así que él se matriculó en la universidad y, como estábamos casados, yo pude acompañarle. Estando allí, encontré una agencia de relaciones públicas sobre el sector vino donde buscaban a gente que hablara español y, aunque no sabía nada de vinos, me contrataron. Eso me supuso obtener un permiso de año y medio, tiempo durante el que aprendí un montón.
Entonces Roberto comenzó a trabajar como profesor de parkour ni más ni menos que en la capital de la cultura urbana. ¿Cómo lo logró?
Roberto: La comunidad del parkour está creciendo mucho y está deseando conocer a gente de fuera. Todo comenzó porque había un chico del País Vasco que organizaba un evento de parkour el Día de Navidad y yo le propuse hacer lo mismo en Nueva York. Estando allí, me dijeron que lo hacía guay y me ofrecieron trabajar. Me preguntaron: ¿cuánto crees que necesitas para poder vivir? (Risas). Aquello está lleno de oportunidades todo el rato, pero tienes que estar ahí, no en tu casa mirando Internet. De hecho, no hace falta hacer las cosas bien, basta con que llegues a tu hora. Porque dinero hay mucho, es posible hacer cien dólares diarios.
¿Cuándo empezaron a notar que Nueva York tampoco era su sitio?
Roberto: Una cosa que nos golpeó fue el invierno, cuando llegas a -16 ºC. Durante seis meses al año yo daba clases a menos cero grados. También enseñaba parkour como actividad extraescolar en colegios de todo tipo. Esa es una forma muy guay de entrar en la sociedad e incluso nos ofrecieron quedarnos y esponsorizarnos, pero luego teníamos preocupaciones como el tema del seguro médico.
Mar: Nosotros ya teníamos en mente la idea de ser padres y allí el sistema sanitario es tan caro que, aunque tengas un seguro, siempre surgen gastos extra. Imagina que llegamos a quedarnos y pillamos el coronavirus... De esta forma, tomamos la decisión de irnos a Londres que, además, está más cerca de casa.
Roberto: Teníamos una lista de sitios donde ir, pero nos vinimos a Londres porque aquí está uno de los principales gimnasios de parkour. Yo siempre digo que somos emigrantes pero sin necesidad, y eso un privilegio. Aunque aprendes sobre discriminación y barreras culturales, luego tienes la posibilidad de poder volver a casa cuando quieras.
¿Cómo es tratar en su día a día con influencers del vino?
Mar: Sigo trabajando con la agencia de Nueva York, pero ya como freelance y desde Londres. En Estados Unidos todo el mundo tiene sus proyectos porque ser autónomo no tiene cuotas. Así que sigo llevando a influencers a los que mando vinos de diferentes partes del mundo para que descubran regiones y a productores que en Norteamérica no son tan conocidos. Suele ser gente súper entendida, en muchos casos periodistas especializados y, más que comercial, es una cuestión didáctica.
¿El parkour no es peligroso? Porque usted lo ha enseñado en colegios.
Roberto: He trabajado incluso en cumpleaños y lo más grave que me ha pasado ha sido torcerme un tobillo. Si miras las lesiones de fútbol y las de parkour, porcentualmente el primero es mucho más peligroso. Al ser un deporte individual, no dependes de factores externos. Lo importante es no errar en las decisiones, porque nadie te empuja a dar un salto para el que no te sientes preparado. Eso y respetar las progresiones, porque hay que hacerlo de forma paulatina. En los medios solo se ven las caídas y saltos espectaculares, pero yo, que llevo botiquín a mis clases, no suelo poner más de una tirita.
¿Y qué echan de menos de Almería?
Mar: El sol, por supuesto, las distancias pequeñas que te permiten llegar pronto a todos sitios y las terrazas… Y sigo con ilusión los cambios que acaban llegando: como el movimiento de cafeterías de especialidad y los coworkings.
Me hace gracia porque igual que nosotros nos fuimos a Nueva York y Londres, hay extranjeros que eligen establecerse en Almería por el clima y una calidad de vida que es difícil encontrar en otro lugar de Europa. Eso es guay porque esas influencias son las que hacen que las ciudades sean más interesantes.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/5/vivir/224655/yo-siempre-digo-que-somos-emigrantes-pero-sin-necesidad-y-es-un-privilegio