Desde hoy y durante todo el verano hasta el 30 de septiembre, el
retrato de Federico Vañó pintado por Ignacio Pinazo en 1907 se
expone en el Museo Ibáñez de Olula del Río. La obra ha sido
instalada en la sala de pintura española de finales del XIX y
principios del XX, junto a otras obras relevantes de la Colección
permanente.
La obra, perteneciente a la
colección particular de Javier Pérez Rojas, prestigioso historiador
y máximo experto en Pinazo y la pintura valenciana de entresiglos,
no se había expuesto nunca fuera de Valencia. Representa al médico
Federico Vañó sentado en un interior de su casa, a tamaño natural,
en un lienzo de importantes dimensiones, 170 x130cms.
La pintura, que ha sido sometida a
un leve proceso de restauración y consolidación en el museo Ibáñez,
está en perfectas condiciones de conservación y se exhibe con su
imponente marco dorado original de la época, de trazas neobarrocas,
profusamente tallado.
Pinazo es uno de los más
importantes retratistas españoles de su tiempo. De hecho, fue el
primer pintor que recibió una Primera Medalla en una Exposición
Nacional de Bellas Artes por un retrato, el del comerciante José
María Mellado, que presentó a la Exposición de 1897. A partir de
entonces, los retratos de aristócratas y políticos de la época se
suceden en su obra. Se trata de una impresionante galería donde
presenta a sus modelos sin ningún tipo de idealización, pero
dotados de un fuerte aliento y vida.
Pinazo pintó en distintos años los
retratos de la familia de Federico Vañó, un amigo médico que
abandonó la medicina por los negocios. Pintó el del hijo y la mujer
en 1898 y el de Federico en 1907, sentado un sillón que forma pareja
con el retrato de su esposa, conservado en la actualidad en otra
colección particular, representados ambos en distintos ángulos del
mismo salón de la vivienda. A través de estos dos retratos va
definiendo una nueva tipología donde suenan los acentos de sus
admirados Velázquez y Goya, pero al mismo tiempo, según indica
Pérez Rojas “el juego de acentuadas perspectivas espaciales lo
conducen a propuestas que anticipan las vanguardias figurativas de la
segunda mitad del siglo XX, en especial de artistas como Bacon y
principalmente Freud. Uno de los rasgos de la modernidad del lienzo
es la perspectiva alzada que ofrece, de forma que el retratado
alcanza una mayor presencia y dominio en el espacio”.
Técnicamente, según Pérez Rojas
“Pinazo hace ostentación de un tipo de pincelada suelta y segura
que describe de manera sintética y a la vez precisa el ambiente que
rodea al personaje. Su maestría se proyecta por igual en detalles
como los zapatos del retratado o el fleco del confortable sillón en
el que se presenta”. La cabeza está ejecutada con una materia
abrupta e informalista, de cierto descuido expresionista.
Compositivamente, traza una diagonal que de los pies a la cabeza
ocupa los ángulos derecho e izquierdo de parte inferior a superior
del lienzo.
Este retrato, por su audacia
plástica, estética y compositiva, es uno de los más destacados de
toda su producción y de la pintura española de la época. Pertenece
a la época postrera de Pinazo, donde el pintor exhibe todos sus
recursos expresivos y formales con la capacidad máxima de su genio,
acumulada durante décadas de actividad que le colocaron como una de
las figuras artísticas más importantes de su época. No en vano,
junto con Sorolla y Muñoz Degrain integra la Trinidad de la escuela
Valenciana.
La obra ya está instalada en el
Museo Ibáñez, que en todo momento ha contado con el asesoramiento
de Pérez Rojas, y desde hoy podrá disfrutarse en horario habitual
de apertura, de martes a sábado de 11 a 14 h y de 17 a 20h, y los
domingos de 11 a 14h.
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