‘A propósito de Poe’ (Guante Blanco) invita al lector a navegar por la obra del autor de poemas como ‘El cuervo’ y ‘Annabel Lee’, aunque no es un estudio sobre su producción literaria. Tampoco es una biografía del escritor norteamericano, aunque algo de eso hay. Ni se aproxima al padre de ‘La caída de la Casa Usher’ desde la ficción, por más que juegue con ella. Las 554 páginas de ‘A propósito de Poe’ son todo ello, y además un recorrido por el influjo, aún vivo, de Edgar Allan. Y una muestra más del talento de su autor, Óscar Fábrega, ratón de biblioteca de mente inquieta y preguntas en el corazón, como ya mostró en ‘Prohibido excavar en este pueblo (2013) y ‘Pongamos que hablo de Jesús’ (2017), ambos en Planeta.
Llegó a Poe de la mano del cine.
Fue por un ciclo en TVE con las películas que el ínclito de Roger Corman realizó tomando como punto de partida alguno de sus relatos. Nos marcaron a todos los que las vimos en la tele. En mi caso, me llevaron a interesarme por el autor, por Poe. Y no tardé en adentrarme en sus letras.
También he de decir que el cine no ha sido justo con Poe, ya que no existen buenas películas basadas en su obra. Entiendo que es complicado, ya que solo escribió una novela y que la mayor parte de sus obras de ficción fueron relatos cortos, pero es algo que me llama bastante la atención. De hecho, la película más reciente, 'Los crímenes de la academia', pese a no estar basada en ninguna de sus obras, es posiblemente la que mejor muestra cómo fue Poe y cómo eran sus ideas narrativas.
¿Cómo fue su primer contacto como lector?
Aunque ya había leído algún cuento suelto antes, se produjo en un momento curioso de mi vida. Fue tras leer a Verne, otro de mis favoritos: en ‘De la Tierra a la Luna’ mencionaba a Poe y a uno de sus relatos de ciencia ficción, 'La incomparable aventura de un tal Hans Pfaall'. Me obsesioné por leerlo, y convencí a mi madre para que me comprase una edición muy chula.
¿La guarda aún?
Sí, una con todos sus cuentos, todavía la conservo. Fue en el verano de 1989, el último en mi tierra, un pueblo de Jaén llamado Marmolejo, antes de mudarme a Aguadulce, donde mi vida cambiaría por completo. Toda una aventura para mí. Cada cuento fue un viaje hacia tierras desconocidas, el mismo viaje que después emprendí yo mismo…
Escribió una amplísima biografía sobre Jesús y ahora lo hace sobre el autor de ‘El gato negro’. ¿Similitudes?
Claro que las hay, aunque los personajes en cuestión no tengan nada que ver, con la salvedad de que ambos, curiosamente, se han convertido en personajes clave de la cultura popular, en iconos pop, podríamos decir. De hecho, en un primer momento pensé titular este libro 'Pongamos que hablo de Poe', siguiendo la línea de aquel libro que publiqué con Planeta, 'Pongamos que hablo de Jesús'. Pero finalmente decidí no hacerlo porque me quiero reservar esa idea para otro proyecto en el que llevo trabajando unos años.
Pero sí, ambos proyectos comparten un origen similar: en ambos casos me propuse escribir mi particular visión, documentada y rigurosa, pero muy muy personal, sobre cómo fueron ambos protagonistas. El objetivo era el mismo: escribir un libro que a mí, como interesado en el Jesús de la historia y como amante de Poe, me hubiese gustado leer. Y creo que lo cumplí, al margen de que los libros gusten más o menos. No existe ningún libro sobre Jesús como el mío (repito, no hablo de la calidad, claro está), ni existe ningún libro sobre Poe como este.
¿De dónde nace el mundo interior que tenía?
Poe tuvo una vida complicada, en parte por sus propias decisiones, pero también por circunstancias que no dependían de él, como la muerte de su madre cuando solo tenía dos años o la mala relación que terminó teniendo durante su adolescencia con su padre "adoptivo" (nunca le adoptó realmente). Desde adolescente comenzó a mostrar un carácter algo presuntuoso y déspota, en parte porque tenía una inteligencia extraordinaria, una formación tremenda y una obsesiva afición por la lectura; a la vez que era tímido, introvertido y muy suyo, era arrogante y vehemente a la hora de defender sus ideas; a la vez que devoraba con pasión todo lo que tenía que ver con el mundo del conocimiento y la ciencia, sentía un gran interés por la filosofía y la religión; y a la vez que solía ser un tipo alegre, chistoso incluso, tenía momentos de profunda melancolía.
Todo esto se puede leer entre líneas en sus obras, y a eso dedico la mayor parte de este libro, que en la práctica viene a ser una especie de lectura exegética de su ficción con la finalidad de encontrar qué le llevó a escribir cada relato.
Lo sabe (casi) todo sobre Poe. ¿Qué le ha dejado con la boca abierta?
Muchas cosas. Por ejemplo, que su libro más exitoso, el único del que llegó a ver una segunda edición en vida, fue ‘El primer libro del conquiliólogo’, encargo sobre el fascinante mundo de las conchas de los moluscos (risas). Él no tenía ni idea, pero se lo tomó tan en serio que llegó a plantear una clasificación de las conchas diferente y mejorada que durante décadas fue la favorita de los interesados. No fue solo, ni de lejos, un autor de relatos de terror. Fue mucho más.
Por ejemplo, un adelantado en el estudio de la mente.
El propio Sigmund Freud lo reconoció décadas después. Se interesó como casi nadie en su época por la mente humana, su funcionamiento y sus trastornos, pero siempre desde una perspectiva científica, intentando averiguar cómo funcionamos realmente. Y esa misma búsqueda la dirigió hacia sí mismo, en un fascinante ejercicio de introspección que le llevó a entender cómo funcionaba su mundo interior. De hecho, la mayor parte de sus relatos de terror giran, precisamente, en torno a personas que tienen algún trastorno mental, desde la psicopatía a las monomanías o las fobias; pero en una época en la que muchas de estas dolencias no estaban ni siquiera definidas. Así que Poe, como en otras tantas cosas, fue un pionero de la psicología.
Y de las ‘fake news’.
Intentó vivir de sus poesías y de sus relatos, pero, salvo excepciones, no tuvo demasiado éxito. En cambio, consiguió ganarse la vida, aunque tampoco muy bien, como crítico literario y redactor. La prensa podía entonces llegar a casi toda la población y esto le llevó a una conclusión que el mundo tardó décadas en ver: el tremendo poder de la prensa para moldear la realidad y transmitir falsas verdades. Comprendió que los periódicos podían manipular la opinión de la gente de forma muy fácil.
¿Y qué hizo?
Comenzó a experimentar. Muchos de sus relatos fueron publicados como historias reales y él se divertía al comprobar que algunos fueron dados por ciertos.
Muchos descubrimos a Poe con las traducciones de Cortázar, y creo que su libro tiene algo de ‘Rayuela’.
¡Tiene mucho de 'Rayuela'! En el libro lo comento. A lo largo de mi vida me he ido reencontrando muchas veces con Poe; y una de ellas fue durante la siempre complicada adolescencia. En aquella época de rebeldía me dio por leer varias obras de ese cajón de sastre que llaman contracultura, obras generacionales extraordinarias, como 'La metamorfosis' de Kafka o 'La náusea' de Sartre; pero también 'Rayuela', de Cortázar, o 'Las flores del mal' de Baudelaire. Curiosamente, estos dos últimos autores hablaban de Poe en sus obras; pero no solo eso, ya que ambas dedicaron mucho tiempo a leer, traducir y estudiar a Poe. Por eso ambos aparecen en la portada de mi libro, junto a Verne y Lovecraft, dos de los principales discípulos literarios del maestro.
¿Imagina cómo sería un mundo sin sus obras?
Uf, complicado. Para mí, al menos, un mundo mucho más soso y triste. Pero, puestos a elucubrar, habría que ver qué habría pasado con algunos de los aspectos en los que fue pionero.
¿Por ejemplo?
La ficción policiaca basada en el uso de la razón y la ciencia, que Poe desarrolló en varios relatos, en especial en su saga protagonizada por Auguste Dupin, claro anticipo de Sherlock Holmes. O los relatos de terror centrados no en lo paranormal o lo sobrenatural, sino en la psique humana. O sus aportaciones primigenias a la ciencia ficción, de la que podemos considerarle como uno de sus tres padres fundacionales, junto a H. G. Wells y Julio Verne.
¿Es hoy un icono pop?
Totalmente. Podríamos salir a la calle con la foto clásica de Poe y casi seguro que todos sabrían identificarlo. Otra cosa es que la gente lo lea. Ese es el objetivo principal de este proyecto: intentar que la gente descubra o redescubra su obra. No sé si lo conseguiré, pero muchos de los que han leído mi libro se han hecho ya con sus relatos para leerlos después. Eso es un orgullo para mí.
La semana que viene incluso lo 'veremos' en las tablas del Maestro Padilla.
Así es. En efecto, el viernes 26 de mayo se estrenará en el Auditorio el espectáculo teatral 'Tic Tac Poe, la noche más oscura de Edgar Allan Poe', una obra de la compañía La Murga, escrita por Miguel Galindo y dirigida por Alfredo Ávila. La obra está centrada en las últimas horas de vida de Poe, aunque con muchas sorpresas y guiños a sus historias de ficción. Merece la pena verla.
Es más, dos días antes tendré el honor de participar en un coloquio que se celebrará en el Aula Magna de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Almería, junto al director de la obra, Alfredo Ávila, y José R. Ibáñez, profesor de literatura de la carrera de Filología Inglesa.
¿Hay algún equivalente a Poe hoy?
Taxativa y rotundamente, no.
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