A los dieciocho años ya viajaba por Europa con una compañía belga para bailar. Ahora tiene veintiséis y un talento desbordante, pero ese talento no vive solo en su físico cuando baila, sino en una mente enormemente creativa e inquieta que inventa pasos, escenografías y decorados sin cesar. Ha estudiado con grandes como Farruco, Farruquito y ya está cosechando premios con “sus niñas” como llama a sus alumnas que acaban de volver de Ávila con dos primeros premios nacionales y un segundo premio. Charlamos mientras mece y besa tiernamente a su bebé de ocho meses.
Solo tiene 26 años y está llegando muy alto, ¿qué sueños tiene?
Sueño con tener mi academia y formar una compañía. Me encantaría tener mis eventos propios, dirigirlos, seguir bailando siempre. Me encanta inventar cosas.
¿Cuál es su sitio preferido para ver flamenco?
La peña del Morato, me he criado ahí y es como mi segunda casa. Trae artistas muy buenos, se vive un ambiente muy bonito, muy flamenco. Si no fuera por ellos no sé dónde estaría ahora.
¿Fuera de España cómo son las actuaciones?
Es más como teatro. En un tablao bailas de una manera y en el teatro tienes que hacerlo de otra. En el tablao tienes la cercanía, te puedes encarar con el público, si alguien se distrae puedes hacer que te mire, es como la energía ahí chocando. Fuera hay que buscar otros recursos, más lo estético, el mantón, la bata, y es otro tipo de público completamente distinto. Aquí tú haces un cierre, rematas y la gente de dice “¡ole!”, pero fuera de España no, esperan que termines el baile y entonces te aplauden. Es otra forma de bailar pero igual de bonita. Son muy respetuosos y estudian mucho el flamenco.
¿Bailan diferente el flamenco hombres y mujeres?
A mí me gusta que se vea el baile masculino y el femenino aunque hay gente que lo mezcla. Cuando bailo vestida de hombre bailo de una forma y con el vestido de otra, me gusta que se vea el cambio, porque si no lo único que has hecho es cambiarte de vestido.
Es usted más tirando a purista.
Sí, a parte también hago danza española, más lírico el baile pero a mí me encanta lo puro, es donde yo me encuentro, en lo otro tengo que buscarme.
¿Es muy sacrificada la vida del flamenco?
Lo es, bailar es hacerlo todo el tiempo. Es mi vida, puedo estar haciendo de comer y te estoy sacando un paso mientras, da igual el momento en el que esté, los que somos flamencos somos así, saco un ritmo hasta con el intermitente del coche .
¿Hay algún montaje u obra que sueñe con realizar algún día?
A mí lo que me gusta mucho es crear historias y hacerlas. El espectáculo Roces era sobre la violencia de genero y loe escribí yo, luego le di forma con el baile.
El proceso creativo es lo que más le gusta.
Sí, primero escribo la historia, luego la divido por escenas, en cada escena elijo qué palo quiero hacer y antes de ponerme a hacer el baile busco las letras, que tienen que estar en concordancia con lo que estoy contando. Luego ya me pongo con la coreografía.
¿Está escribiendo algo ahora?
Sí, es algo así como una crítica a la sociedad, de por qué si somos iguales algunos tienen la puerta abierta y a otros no se las abren. Por qué si tengo un estatus más bajo no me hacen caso por mucho que toque a las puertas y a otros sí; hay una crítica ahí para que la gente reflexione. Estoy en fase de escritura.
Bailar, ama de casa, dos bebés, escribir…
Es que me gusta, al final sacas tiempo. Cuando estoy en la cama con los niños dormidos es cuando le doy a la cabeza, y al final siempre acabo acostándome a las tantas de la mañana y siempre pienso “ya tendré tiempo de dormir”. Ahí, tranquila, te vienen cosas, frases, ideas. A veces veo una luz y pienso en incorporar ese tipo de luz en la obra por ejemplo.
Es muy creativa.
Cuando hice la carrera pensaba que no se me iba a dar bien, que no iba a ser capaz de inventar algo propio, de hacer piezas mías, y descubrí que sí podía, ya no me da miedo nada. A veces pienso, si no me viene una idea hoy me vendrá mañana, así no me frustro y me salen mejor las cosas. Me encanta esa parte de la creación.
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