Hace cuatro años Arde Bogotá lanzó su primera canción y ya son uno de los imprescindibles en los festivales. Acaban de agotar las entradas de tres conciertos en Madrid programados para noviembre en solo cuatro horas. Son el grupo del momento pero Antonio, vocalista del grupo cartagenero, lucha por tener los pies en el suelo y mantiene la serenidad y humildad de quien aún no es consciente del todo de las dimensiones de su éxito. En agosto podremos ver su potente directo en Almería, dentro del Cooltural Fest.
Lo suyo ha sido meteórico, empezaron en 2017, que es ayer para un grupo.
La verdad es que ha sido súper rápido, la primera canción salió en 2019 y a partir de ahí, de que ha habido una pandemia por medio hemos hecho muchas más cosas de las que jamás pensamos que íbamos a hacer. Estando todo lo agradecidos que estamos de que nos haya pasado eso también estamos en el punto de asimilarlo, agarrar las herramientas para poder llevarlo bien.
No debe de ser fácil un proceso así , son la más guapa del baile y todos quieren bailar con su ustedes.
Hay momentos que te das como el golpe con cosas que no esperabas encontrarte y no es fácil de asimilar, sobre todo las extraordinariamente positivas, las muestras abrumadoras de cariño y aprecio por nuestro trabajo. ¿Cómo estar a la altura de eso?
Hay una frase en la cuenta de Instagram del grupo que dice “se disfruta más cuando no acabas de creerlo”
Supongo que se refiere la sensación de simplemente estar pasándolo bien y de intentar no darle dimensión al asunto. Creo que cuando vas solo a disfrutar del hecho de hacer música con amigos, de tener delante de un público que se entrega y que tiene una respuesta positiva, cuando te centras solo en eso lo disfrutas más porque no piensas en todos los matices extra, en las cosas que hay alrededor de la música que no son la música.
Es usted un frontman muy potente, ¿Cómo hace esa transición del Antonio abogado a Antonio el “rockstar”?
Entiendo el escenario y siempre lo he entendido como un lugar de liberación máxima. Ahí encima te dan un espacio en el que te dicen este es tu cortijo y aquí puedes hacer lo que quieras durante este rato que dure el concierto. Yo saco la parte de mí que no sale en el día a día, me gusta que el público venga a una celebración de la liberación: aquí podéis hacer lo que queráis en esta rato de concierto, este es un espacio seguro donde vamos a bailar, a repartir amor y a ser felices. Creo que para que eso ocurra yo tengo que ser el primero que lo haga.
¿Qué se mueve dentro de uno antes del primer acorde en los segundo previos al inicio de un concierto?
Creo que si te paras a pensarlo, a analizar ese miedo que te sale ahí, ese vértigo, no lo harías. Es una responsabilidad grande de entretener y emocionar a un montón de gente, hay muchísimos riesgos y una exposición gigante. Antes de salir llega ese fantasma de “Antonio dios mío, qué haces aquí”, eso ocurre pero si le prestaras atención no saldrías. Intento convertirlo en un nervio positivo, el nervio de estoy preparado para esto, lo disfruto y quiero enseñárselo a la gente, voy a intentar haceros flipar y que esto se convierta en una fiesta.
¿Se atreve a soñar con el futuro, a imaginarse qué va a pasar con el grupo?
Continuamente construyo castillos de nubes pensando en qué puede pasar en el futuro, me parece que es importante y necesario, tienes que soñar con cosas y a lo grande, porque sin ambicionar nada es más difícil avanzar en un terreno que muchas veces es incierto y seco y muy poco agradecido. Últimamente, sé que es cursi pero se me han cumplido tantas ilusiones que tenía cuando arrancó el proyecto que ahora trabajo en redefinir qué quiero hacer y a dónde quiero que vayamos, pero lo cierto es que invierto mucho tiempo en pensar en el futuro, qué más podríamos crear, qué más locuras podríamos hacer.
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