Para Luis García Montero los sentimientos también forman parte de la historia. Así lo afirmó con motivo de la presentación de su última novela No me cuentes tu vida (Planeta, 2012), en la que revisa la última brecha generacional entre un padre que nacieron a finales de los cincuenta y un hijo nacido treinta años después.
La inveterada obsesión de las generaciones anteriores por contemplar un futuro mejor para sus hijos parece haberse venido abajo en nuestros tiempos y esto, para el autor, permite una revisión del concepto de familia que está implícito en su obra. si antes la familia era sinónimo de tradición y de moral impuesta, ahora la situación económica la ha convertido en un ámbito para la solidaridad.
La novela es también una historia de amor. Todo comienza cuando el padre llega a casa y descubre al hijo en la cama con la empleada doméstica de origen rumana. Las palabras del padre desencadenan la respuesta que da título a la novela. Y el padre decide contarle su vida para comprenderse a sí mismo y para hacerse comprender.
La historia de amor lleva el relato también Rumania, lo que supone otra de las aportaciones de esta obra que permite comparar tiempos y situaciones muy diferentes. Situaciones que en España no sólo resolvieron a través de los cambios políticos de la Transición, sino del paso desde la pobreza al consumismo capitalista. Convencido de que los jóvenes no deben perder la memoria y de que la rebeldía se desintegra cuando vuelve a pasar por caminos ya andados, García Montero explicó también como sus inquietudes por el presente le llevarona a recurrir a la narrativa después de comprobar como la poesía no le dejaba espacio para recoger todo lo que aspiraba a contar.
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