A estas alturas de la vida, Antonio Fernández Díaz, ‘Fosforito’, no necesita presentación. Es una leyenda del flamenco, de la música en su sentido más amplio, desde hace ya tanto tiempo, que su categoría de maestro en el sentido absoluto del término es indiscultible. Lucas López lo presenta a las personas que se acercan a saludar: “El maestro Fosforito”, y todos responden: “Lo sé, lo sé”, y le dan la mano con respeto manifiesto.
Ha salido el sol en esta mañana un tanto ventosa de marzo, y ambos amigos han salido a caminar por el centro de Almería acompañados por José Antonio López Alemán. Fosforito ha llegado a la ciudad acompañado por su esposa, Maribel Barrientos, para el recital que inaugurará, a las ocho de la noche, los actos que celebrarán el 50 aniversario de la peña El Taranto, y la conversación, inevitablemente, se va a los recuerdos de aquellos tiempos.
“Yo solía venir con frecuencia”. Aquí tenía a un amigo, Alberto Díaz, y a través de él conocí a Lucas, a Constantino, a Diego, a un grupo de amigos...”, recuerda el cantaor. “Y surgió la idea un día, allá por los años 60, de crear una peña en Almería. Y bueno, mis amigos, por el afecto que me tenían, pensaron en llamarla ‘Fosforito’, de las primeras que surgían con la idea de plasmar mi nombre...”.
El nombre que unió a todos
“Pero bueno, también habían las cosas lógicas...”, sonríe y hace un gesto amplio con la mano. “Había un grupo que tenía mucha fuerza en aquél entonces y eran muy amigos de Marchena, y dijeron: “¿Y por qué no Pepe Marchena?” Surge la polémica, y yo entonces dije: “¿Y por qué no ‘El Taranto’, que es un cante muy propio de la tierra, y que une a todo el mundo?”. Y eso quitó la discrepancia, caló, tomaron esa idea, comenzaron a trabajar unidos y se creó la peña con el nombre del cante almeriense”.
Lucas López es uno de aquellos fundadores, y es presidente de honor de la peña. Fosforito era aquél joven que ya era un clásico desde que se había dado a conocer de forma brillante en el Concurso Nacional de Cante Jondo de 1956, en Córdoba, al ganar de forma unánime el premio de honor del jurado y el primer premio en cada sección de cantes. Y era también el cantaor que había grabado, en 1957, un disco en el que, por primera vez, aparecía un cante que él nombraba ‘Taranto de Almería’.
“Cada uno es cada uno”
“Yo he sido cantaor, y he ido creando muchos cantes a lo largo de toda mi vida”, dice el artista. “Cada uno es cada uno, y hay algunos que cantan muy bien y repiten lo que ya han cantado otros, pero ese no es mi caso. Yo me he llenado de sones jondos lo mismo Almería que Málaga o Cádiz; donde hay un cantaor a mi no me ha importado tanto su forma, porque ya pongo yo la mía, sino lo que él decía. Por eso jamás me he parecido a nadie, he sido Fosforito desde el primer día”.
“Y bueno, yo grabé un montón de cosas, y entre ellas estuvo el taranto...”, añade. “Y como siempre ha pasado cuando he creado un cante que he puesto en circulación, he marcado una línea y a partir de ahí se han hecho cosas, pero todas con esa cadencia. Hay muchísimos tarantos, pero salen de ahí”, levanta la mano y mira a su alrededor.
“Lo hice y ahí está...”.
Los amigos llegan a la Puerta Purchena y López Alemán lo lleva hasta el nuevo emplazamiento del célebre cañillo. Fosforito lo mira y sonríe, tal vez recordando el taranto que le dedicó a esta fuente, a esta plaza hoy tan cambiada, como tantas cosas. Continúan hablando de las raíces de los cantes, de la historia del flamenco.
¿Y cómo ve el panorama de este arte hoy? Se encoje de hombros. “Nadie es quién para poner puertas a la creación”, dice. “Hay mucha gente que... está bien todo lo que hacen, lo que no está bien es que le atribuyan la palabra flamenco. Pero es que lo flamenco tiene una valoración, un marchamo, que la música que ellos han creado no tiene. Este es un arte tan rico, y ha influido tanto en toda la música europea, que tratan de...”.
“Las creaciones siempre son personales, únicas, lo colectivo es el folclore”
“Taranto es un nombre, pero ¿a qué cante se refiere?”, responde Fosforito cuando se le pregunta por los orígenes de este cante que él grabó como tal por primera vez. “La verdad es que ya había un cante que merece llamarse taranto, pero que nunca lo habían etiquetado así. Lo hacía Cayetano de Cabra ya en el 1906, el primero ‘Corazón se me parte cuando pienso en tu partía’, que es igual que ‘El día que me embarqué en el puerto de Almería...’”, canta por lo bajo mientras camina, pausado, “y que luego grabó Mairena”.
“Y también Manuel Torres, aquello de ‘Dónde andará mi muchacho...’”, añade. “Pero desgraciadamente, como los que estaban en la parte técnica de las grabaciones parece que eran finlandeses, rusos, o no se sabe qué, a una música de un cante tan definido como ese le ponían nombres como rondeña o levantica”.
Sones ancestrales
El maestro se extiende en los orígenes de los palos flamencos. Retrocede incluso hasta el mundo griego y el canto gregoriano, hasta las minas. “Ah, las minas...”, abre los brazos. “Vamos a ver. No se nace minero. Las minas se sostienen de la gente del campo que va a trabajar allí cuando acaba una campaña, o porque es un trabajo mejor remunerado. A esa gente minera que es campesina les llaman ‘tarantos’. Ellos son los tarantos”, recalca. “Y crean una música en torno a su vida, o se supone que alguien creó algo que ha prendido y ha tomado cuerpo...”.
Porque una cosa tiene muy clara Fosforito: “Las creaciones siempre son personales, individuales, no son colectivas”, afirma. “Lo colectivo es lo folclórico, Los creadores siempre son únicos. Eso lo he creado yo y le he dado el marchamo de taranto. Es de esa forma como los sones flamencos ancestrales van formando troncos comunes”.
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