Jueves noche. Manuel Martín Cuenca (El Ejido, 1964) afronta una de las últimas jornadas del rodaje de su cuarta película de ficción, ‘Caníbal’, escrita junto a Alejandro Hernández, su guionista habitual desde ‘Malas temporadas’.
Durante ocho semanas, Granada ha acogido a todo el equipo del filme, protagonizado por el cada vez más imprescindible Antonio de la Torre y un nuevo rostro que dará mucho que hablar, la actriz rumana Olimpia Melinte.
Antes de ponerse detrás de la cámara, Martín Cuenca, que recibirá en el Festival de Cine Español de Málaga el premio ‘Eloy de la Iglesia’ por ser uno de los autores más personales del cine español, atiende la llamada telefónica de LA VOZ.
En sus anteriores trabajos había ciertos elementos de thriller pero en ‘Caníbal’ la intención parece clara. ¿Tenía ganas de abordar este género?
No creo que haya una gran diferencia entre esta película y otras mías. Siempre he intentado trabajar el misterio aunque en ésta, quizás, está trabajado más el suspense, la idea de lo que el espectador conoce y no sabe alguno de los personajes.
¿Cómo define entonces el filme?
Más que un thriller, ‘Caníbal’ es un ‘film noir’, cine negro, con una historia criminal como estructura para contar lo que me interesa contar: dilemas morales, historias de amor complejas. En el fondo, es una película intimista pero con una trama criminal que de alguna manera sostiene y complejiza esa historia de amor.
Ha cambiado la Almería de ‘La mitad de Óscar’ por Granada, dos lugares complementarios que conoce bien. ¿Cómo es la Granada que retrata, tan extraña para el cine?
Es curioso. Granada es una ciudad muy hermosa y una provincia de contrastes increíbles: Sierra Nevada, los picos; la ciudad, una ciudad con una tradición, con una cultura con muchas capas, una detrás de otra; la costa: Motril, Almuñécar, Salobreña... Es una provincia visualmente muy rica aunque, por cuestiones supongo que de producción, no se ruedan películas que no sean esencialmente históricas. De ahí mi idea de volver a Granada para situar una historia contemporánea que podría ocurrir en otro lugar en una ciudad como ésta, que podía aportar a la película unos paisajes de una naturaleza muy hermosa. Y, como me ocurrió en Almería, he utilizado de nuevo la naturaleza y el paisaje, de manera consciente e inconsciente, como parte de la narración.
En ‘La mitad de Óscar’, Antonio de la Torre tenía un papel pequeño pero crucial. Aquí es el protagonista absoluto, presente en todos los planos. En este tiempo ya es uno de los rostros fijos del cine español. ¿Cómo ve su evolución?
Es un gran actor. Él era el protagonista de uno de mis primeros cortos, ‘Hombres sin mujeres’, luego hicimos una ‘tv movie’ en Galicia, ‘El tesoro’, y más tarde ‘La mitad de Óscar’. Es un actor que va creciendo, evolucionando, construyéndose poco a poco; que va teniendo más madurez, más sabiduría, porque va creciendo como persona, porque vamos teniendo más años, porque va buscando. Es muy bonito pensar que cuando hicimos aquel corto él era un actor que estaba peleando por entrar y yo era un director que estaba peleando, incipiente, que ni siquiera era director. Es un lujo tenerlo y ver cómo ha crecido como actor y cómo puede llegar más lejos porque es grandísimo.
¿‘Caníbal’ forma junto a ‘La mitad de Óscar’ algún díptico sobre los tabúes?
No de manera consciente pero de alguna forma las películas están relacionadas porque al final el director es quien más metido está en todo el proceso. Inevitablemente vuelves a temas y aunque intentes cambiar, que es lo que yo hago, vuelves a tener tus obsesiones, tus cosas, tu inconsciente está ahí, reflejándose en la película. Alguien me decía hace poco que vaya tres películas, porque en ‘La flaqueza del bolchevique’ hablaba de la pederastia, en ‘La mitad de Óscar’ del incesto y aquí del canibalismo. Puede que sea así pero no he sido consciente.
En ‘Caníbal’, Antonio de la Torre es un sastre bien asentado en la sociedad granadina que asesina y devora a mujeres hasta que se enamora. El tema es morboso. ¿Cómo lo ha abordado?
Hay una cosa que es materia del ser humano y del cine: el deseo, la muerte, el morbo. He intentado trabajar con eso en la película. No de manera explícita, no me interesa nada ‘gore’, pero sí he intentado que las imágenes sean poderosas y evoquen; que de alguna manera sean inquietantes por lo que sugieren y significan, no por lo que se vea explícitamente en ellas.
La historia formó parte del prestigioso mercado de proyectos del Atelier del Festival de Cannes y fue seleccionada en Cinemart, mercado de proyectos del Festival de Rotterdam. ¿Por qué ha enganchado tanto?
No lo sé, la verdad. No sé si es una premisa poderosa, o curiosa, contar una historia de amor con el canibalismo, con la materia del mal, pero nos ha abierto muchas puertas. Es una contradicción increíble que en el momento tan difícil en que vivimos haya sido el proyecto más fácil de poner en pie. Pero la vida es así, quizás la próxima me cueste horrores hacerla.
A Antonio de la Torre le da la réplica una actriz rumana desconocida, Olimpia Melinte. ¿Qué puede contar de ella?
Es una magnífica actriz, muy joven, que ha hecho algunas cosas en Rumanía e Italia aunque no muchas, así que realmente va a ser un descubrimiento. Procede de un largo y meticuloso casting que hicimos durante varios meses, como a mí me gusta, y en el que vimos a muchas actrices. Al final cerramos con un coproductor rumano y terminamos haciendo un casting en Bucarest. Aparte de que sea una gran actriz, que lo es, la conjunción de Olimpia Melinte y Antonio de la Torre era la perfecta para la película. Eso fue lo que realmente me terminó de decidir.
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