No se puede decir que la música caldeó el ambiente porque éste ya estaba casi hirviendo pero sí que las canciones fueron como burbujas cálidas. La humedad se mordía y el calor era tremendo en el Castillo de Santa Ana y también fuera, donde el mercado medieval recién inaugurado había atraído a cientos, quizás miles de visitantes.
Los músicos eran Ramon Garcia al piano; Guillermo Morente, al contrabajo; Jose Luis Gomez, en la bateria y Antonio Alvarez como cantante. No actuaron como taberneros de carretera con prisas sino como barmans de maneras suaves y gestos pausados y sirvieron copa tras copa los delicados sorbos del rey del cóctel musical, Sir Paul McCartney.
De Wings a Beatles La música comenzó suave con dos canciones emblemáticas de su etapa con Wings, Venus and mars and Jet. Le siguieron otros dos clásicos del de Liverpool, Heart of the country y Every night. No fue hasta el quinto y sexto servicios, con la bella Michelle y la pegadiza Lady Madonna, cuando el público generalista conectó con este meritorio proyecto original de Ramón García, que continúa el anterior similar con canciones de Billy Joel, el “hombre del piano” de referencia.
Sin duda, había dos tipos de público en el abarrotado castillo de Santa Ana, una minoría conocedora tanto de la carrera de Beatles como de sus miembros en solitario y una gran mayoría de turistas, que a estas alturas del siglo XXI reconocen las melodías más famosas del cuarteto de Liverpool, pero ya está. Los primeros habían conseguido asiento desde bien temprano. Luego, la gran mayoría iba y venía, siempre disfrutando.
En el repertorio, que ocupó más de una hora, solo volvió a asomar el beat transmutado en swing en We can work it out, con el apoyo vocal de Patricia Rodríguez (quien fuera solista en la anterior entrega de la Taberna del piano). También contó con Dario Rodriguez y su violín. Antonio Alvarez, cantautor ya veterano y beatlemano de casta interpretó las canciones desde la esencia de las mismas, tal fue el caso de Jenny Wren o las ochenteras Take it away;y Ebony and ivory. Álvarez ha cogido con los años una sabiduria en el tempo del fraseo que le viene muy bien a este proyecto de “reinterpretación” .
Tras un sorprendente Live and let die llegó la despedida con uno de los clásicos Beatles, el coro más popular de todos los coros, el Hey Jude. Entonces sí, la gente sentada se levantó para unirse a los camareros del tío Pablo para convertir el pub en una vivaracha taberna musical.
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