Hace exactamente 40 años, un transportista almeriense rebuscaba entre los cajones de su cochera en los que guardaba viejos recuerdos de los cientos de horas de carretera. Entre aquellos souvenirs, Juan Bonillo se percató de la gran cantidad de llaveros que había ido recogiendo durante sus muchos años de vida laboral. Casi 300 piezas para las que fabricó artesanalmente un mostrador que colocaría en el lugar donde guardaba su camión.
Una vez jubilado, Juan se entregó en cuerpo y alma a su afición y comenzó a acondicionar lo que a día de hoy se ha convertido en un auténtico museo del llavero con más de 24.000 piezas.
Bonillo, como es conocido en su barrio de Nueva Andalucía, ha ido transformando, poco a poco, el local que antes servía de cochera para su vehículo, en una espectacular sala repleta de llaveros en la que, además, tiene su taller de bricolaje.
Un manitas
Esta afición por las manualidades le ha servido a Juan para ir fabricando los expositores sobre los que cuelga sus pequeños tesoros con absoluta precisión. “He ideado un sistema para colocar los llaveros todos a la misma distancia muy rápido”, comenta el coleccionista.
Tras cuatro décadas de recopilación, el lugar donde solía aparcar su camión ya casi no podría acoger un utilitario pequeño debido al gran volumen de llaveros que alberga. Juan ha explotado al máximo cada centímetro de pared y techo pero, aún así, tuvo que idear una solución en forma de paneles con ruedas para poder exponer el mayor número de objetos posible.
De todo tipo
La increíble variedad de clases de llaveros que se puede encontrar en este museo es impresionante. Tamaños, formas, temáticas y materiales de tantas clases que uno podría decir que prácticamente existe un llavero para cada persona.
Por si esto fuera poco, en su afán de ampliar su colección, Juan no solo ha tirado de amigos y conocidos para que le descubran nuevos modelos, sino que ha inventado los suyos propios.
En su modesto taller de marquetería, este jubilado ha realizado diferentes diseños con naipes, cromos de la Liga de fútbol o muñecos de goma infantiles. Cualquier cosa que quepa en un bolsillo puede ser objeto de la ‘llaverización” de Juan.
Bonillo no es capaz de elegir ningún llavero especial “todos me gustan de alguna manera”, comenta. Ni siquiera puede elegir un tipo o un puñado a los que le guarde un cariño mayor. Su pasión es así, como la de un músico con sus canciones o un poeta con sus versos; cada uno con su significado distinto y único, “cada llavero tiene una historia”, apunta el ex-transportista.
Si se le pregunta sobre su propio llavero, muestra sus llaves y dice: “¡No tengo!”, sorprendentemente. Él prefiere lo práctico de una simple anilla con una etiqueta para diferenciar las de casa y las del garaje: es mucho más cómodo”, asegura.
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