Tenía cuatro o cinco años cuando conoció a aquella anciana vestida de luto de pies a cabeza. Lejos de darle miedo, se sintió atraída por un aura de bondad que todavía hoy, casi medio siglo después, la llena de emoción. La calidez de su rostro contrastaba con la mirada triste de quien no ha tenido una vida feliz.
Josefina Góngora era la niña que observaba y Francisca Cañadas -su tía abuela, conocida como Paca ‘la coja’-, esa anciana de mirada pesarosa. Su aciaga historia ha pasado a la posteridad como el crimen de Níjar, un suceso ocurrido en los años veinte del siglo pasado en el Cortijo del Fraile, en pleno corazón del Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar.
Basándose en la noticia que publicó la prensa de la época, Federico García Lorca y Carmen de Burgos inmortalizaron esta tragedia en ‘Bodas de sangre’ y ‘Puñal de claveles’, respectivamente. Sin embargo, nadie hasta ahora había contado la verdad sobre lo que pasó aquella tarde de julio de 1928. Ningún miembro de la familia había dado su versión acerca de lo que aconteció tras aquella huida a caballo por el camino de tierra que va de Rodalquilar a Los Albaricoques.
Cansada de leer cosas que “no son verdad” y con la imagen de Francisca Cañadas grabada a fuego en la memoria, Josefina Góngora (Almería, 1964) ha relatado en un libro el crimen de Níjar tal y como se lo han contado desde siempre en su casa. “Es una cosa que siempre he querido hacer. Paquita era tía abuela mía y en mi familia siempre escuchaba hablar de la historia y de cómo era ella. Se han dicho cosas muy injustas, como que era un poco libertina y la malilla de la película y yo tenía en mente hacerle un homenaje porque fue todo lo contrario. Yo la conocí y me impresionó mucho”, explica la autora a LA VOZ.
‘Amor y traición en el Cortijo del Fraile’ (Círculo Rojo, 2014) es un homenaje a una mujer cuyo único crimen fue enamorarse de la persona equivocada: su primo hermano Francisco Montes. “Era un amor correspondido. De hecho, desde niños decían que eran novios, aunque aquello era un tabú por el parentesco. Pero se querían de un modo inocente y en secreto, él cogía el caballo e iba a verla y ella lo recibía con toda su ilusión”, apunta.
Consciente de que era un amor imposible, Paquita se hizo a la idea de quedarse soltera. Pero su familia, temerosa de que la herencia cayera en malas manos, organizó un matrimonio por conveniencia con el cuñado de su hermana. “Ella no estaba enamorada de Casimiro, el otro muchacho, y se sentía derrotaica. Cuando Francisco se enteró de que la casaban, le echó valentía y se presentó en el cortijo con el caballo. Y le dijo a su tío Frasco: ‘Quiero a Paquita y me la voy a llevar’. Y se fueron”, señala.
A Josefina Góngora le habría encantado haber podido escribir otro desenlace para esta huida, pero en este caso el final feliz se queda para la ficción. Las malas lenguas de la zona empezaron a hablar y Francisco Montes acabó abatido a tiros en un cruce, mientras Paquita resultó muerta en vida. Tenía veinte años y no murió hasta 68 después. Casi siete décadas vestida de negro. Con el tiempo detenido y la única compañía de sus sobrinas. Estigmatizada por la sociedad.
“Vivió solica de forma humilde, pegada al calor de sus sobrinas y con mucha humildad. Nunca pudo volver al Cortijo del Fraile, decía: ‘En mi tierra amada de sangre derramada’. Al fallecer en los ochenta, el cura dijo que había vivido como una santa, como una mártir y es verdad”.
“Ya no se sabe lo que sucedió en verdad”
“Puede que ‘Puñal de claveles’ y ‘Bodas de sangre’ se hayan mezclado con la historia real del crimen de Níjar y también con lo que se ha publicado en Internet. Ya no se sabe ni lo que pasó en verdad, por eso he querido contarlo”. Josefina Góngora reflexiona de esta forma acerca de cómo las ficciones de Carmen de Burgos, Colombine, y Federico García Lorca, inspiradas en el suceso, se han confundido con el tiempo con la realidad. Y precisamente ahí surge la razón de ser de su libro ‘Amor y traición en el Cortijo del Fraile’.
Lectora empedernida desde la infancia, la autora ha buceado durante años tanto en la obra de teatro del poeta y dramaturgo granadino como en la novela de la periodista y escritora almeriense. “García Lorca hizo su gran obra de teatro inspirándose en el suceso y creó una historia muy bonita. Y Carmen de Burgos igual. Pero ninguna es el crimen real, no se había publicado hasta ahora”, insiste.
Miedo inicial
Josefina Góngora siempre tuvo en la cabeza la idea de escribir un libro sobre esta historia que marcó de por vida a su familia, pero tenía miedo de la acogida de sus seres queridos. “Después de ir a Círculo Rojo con mis dos hijos, me arrepentí porque temía que cayese mal en la familia, pero lo he tratado todo con mucha sensibilidad centrándome en la parte bonita y por ahora mis primos, los que la han leído, la ven bien”, confiesa.
A su padre, sobrino directo de Francisca Cañadas -Paquita ‘la coja’-, se lo está leyendo poco a poco, pues tiene casi 90 años y se emociona.
La ayuda de su hija
“En un mes la tenía escrita. Yo la veía trabajando y la dejé que siguiera. Luego fui la primera en leerla y me sorprendió porque siempre decía que no podía y está genial. Entonces empecé a alentarla para ir a una editorial y publicarla. Fuimos a Círculo Rojo y nos atendió una chica muy simpática que nos acogió con los brazos abiertos”, indica Irene, su hija, que la ha ayudado en la corrección y la acompaña a sus primeras entrevistas.
Su próxima obra estará formada por poemas inspirados en los sentimientos y las vivencias de Paquita Cañadas.
Pena por el estado ruinoso del cortijo
Don Francisco Cañadas, bisabuelo de Josefina Góngora y padre de Paca ‘la coja’, llevaba el Cortijo del Fraile en régimen de aparcería en los años en que perteneció a la familia Acosta. Una etapa en la que esta propiedad que entonces tenía más de 700 hectáreas vivió su momento de máximo esplendor. “Fue el que mejor lo llevó de todos, sacaba muchísimo dinero. Nunca volvió a vivir tanto esplendor. Tras el crimen, mi bisabuelo rehizo su vida y el cortijo pasó a otra gente”, cuenta Góngora.
De ahí que su padre, que tiene casi 90 años, y toda su familia estén viviendo con tanta pena la decadencia y la ruina del inmueble, declarado Bien de Interés Cultural (BIC) por la Junta de Andalucía en 2010. “Llevamos con mucha pena todo el proceso, hemos pedido por activa y por pasiva que lo arreglen. Mi padre, que vivió allí, quiere que lo lleve, pero me da pena que vea tanto el cortijo como la palmera, que se está cayendo afectada por el picudo rojo con lo linda que era. Tiene la ilusión de ver todo antes de morirse”, añade en declaraciones a LA VOZ.
Construido por los frailes dominicos en el siglo XVIII, en 1836, como consecuencia de las leyes de desamortización de las propiedades de las órdenes religiosas, fue confiscado por el estado y, tras subasta, pasó a manos privadas. Hoy pertenece a la empresa Agrícola Mar Menor.
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