‘El amigo judío’ propone un viaje al laberinto de identidades de Los Vélez del siglo XV

El documentalista y escritor Justo Pageo publica esta reflexión sobre el mestizaje y la convivencia

Justo Pageo con ejemplares de su libro en Picasso.
Justo Pageo con ejemplares de su libro en Picasso.
Marta Rodríguez
21:36 • 14 dic. 2015

Tiempo atrás, mientras llevaba a cabo una investigación sobre los moriscos para una serie de Televisión Española, Justo Pageo (Vélez Blanco, 1953) descubrió un caso insólito en la historia del judaísmo internacional: los judíos del siglo XI escribían en árabe. Sólo algunos empezaron a hacerlo también en hebreo tras el renacer poético de Al-Andalus.




Este hecho, que se sostiene en la copiosa documentación a la que tuvo acceso, pone de manifiesto el mestizaje real de una época en la que por mucho que se hable de la coexistencia de tres culturas resulta imposible separlas entre sí. 




De su interés por acabar con la idea de que las culturas cristiana, musulmana y judía eran compartimentos estanco nace su último libro, ‘El amigo judío’ (Amazon, 2015). “Analizando esa información, me di cuenta de hasta qué punto llegaba el mestizaje, pues escribían en una lengua y tomaban la música de otra. Todas las culturas lo hacían, también la cristiana. Es algo que se sabe en teoría, pero que en la práctica no se tiene en cuenta y ahí está el germen de este trabajo”, explica el autor a LA VOZ. 




Partiendo de ese mestizaje cultural, Pageo construye una novela histórica que se sostiene sobre dos tramas paralelas: una que acontece en la actualidad y otra que discurre en el siglo XV. La que protagoniza David, un realizador de origen sefardí que viene a España a grabar una serie documental y, al mismo tiempo, bucea en la historia del apellido Fajardo.  Y la de uno de sus antepasados, conocido por las tierras fronterizas del reino de Granada y el de Castilla como José el Cantor, un juglar judío del siglo XV.




“Hay varias hipótesis sobre este apellido y ahí entramos en el laberinto de las identidades. El apellido Fajardo es conocido por su abolengo y la mayoría de ellos son conversos: hasta ahora se había dicho de moriscos, pero aquí desmuestro que también lo adoptaron judíos. Y la cuestión es: ¿tener una identidad determinada sea genética, de linaje o religiosa implica posicionarse en contra de las otras?”, plantea.




Frontera
En ‘El amigo judío’, Justo Pageo sitúa el foco de atención en Los Vélez, zona de la que es natural y que conoce bien gracias, en parte, a su documental sobre el Castillo de Vélez Blanco ‘Orgulloso el viento hería’. “Los Vélez eran zona de frontera. El reino nazarí, el único estado islámico que ha habido en Europa, duró tres siglos. Cuando había represión en Sevilla y Córdoba, los judíos se exiliaban al reino nazarí de Granada. Ellos siempre hacían de puente, de enlace, solían ser trilingües. El intercambio fue riquísimo”, subraya.




El Castillo de Xiquena, a medio camino entre Lorca y Vélez Blanco, sirve de ‘leitmotiv’. “Era cristiano y los que querían ser perdonados por sus delitos iban hasta allí”, apunta. 




Estableciendo un paralelismo con la situación actual, el investigador señala que los periodos de paz eran superiores a los de guerra y que las decisiones de atacar masivamente por parte de los Reyes Católicos obedecían muchas veces a “coyunturas internacionales”.


“Claro que había movimientos radicales: los judíos de Granada cuando peor lo pasaron fue cuando vinieron los almorávides y los almohades. Traduciendo esto al momento actual, digamos que eran los integristas de la época. Los judíos incluso habían llegado a ser primeros ministros de los reyes nazarís. El legado principal es ese mestizaje cultural del que nosotros disfrutamos ahora: esa música, esa poesía, esa cultura, esa arquitectura. Es lo que distingue a la cultura española de otra”, concluye.



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