Poeta, novelista, ensayista, letrista, Benjamín Prado es escritor en el sentido más amplio de la palabra. Hombre comprometido, defiende la literatura contra el pensamiento único y ve en Internet a un gran aliado.
Con su visita a El Ejido se escenifica un cambio de ciclo literario en el Poniente y Almería. La transformación del legado que dejó la Librería Sintagma en una propuesta que vuelve a ponernos en el mapa por algo más que los sucesos y la agricultura bajo plástico. ¿Qué supone para usted?
Estoy muy contento porque, en lugar de venir a lamentar el entierro de una librería muy célebre por esta zona, vengo a inaugurar un ciclo donde en una etapa anterior han participado escritores que me gustan mucho. La literatura, como todo en la vida, funciona a base de contagios. Uno es escritor porque le apetece parecerse a determinada gente, de la misma manera que otro quiere ser futbolista por Messi o ingeniero informático por Steve Jobs. Yo lo primero que miro siempre antes de publicar un libro con una editorial o venir a una cosa de éstas es la nómina, no la del dinero, la de los autores. Y aquí es un lujazo.
Además, Almería es un lugar que me gusta y al que le tengo cariño porque he venido muchas veces por San José y a ver al amigo Valente y porque de por aquí es parte de la familia de Rafael Alberti, mi maestro. Y esa familia ha sido la mía muchos años. Casi me han criado aunque no son responsables de todos los disparates que he hecho después. (Risas).
¿Estuvo viendo a Valente en Almería?
Sí, estuve viendo a José Ángel aquí. Una de las cosas que me decía siempre Alberti era que no fuese sectario porque uno puede disfrutar de la poesía más oscura, de la más clara, de la más popular. Siguiendo su consejo, yo fui muy amigo de Jaime Gil de Biedma y de Ángel González, pero eso no quitaba que pudiera disfrutar de la poesía del supuesto enemigo literario de ellos, que era José Ángel. Además, debajo de ese gallego mal encarado que él fingía ser, había un tipo al que le gustaba reírse y que tenía sentido del humor para las bromas. Menos para la poesía, ahí le faltaba un poco.
¿Sabía que ahora su casa es un museo?
Sí, una razón estupenda para no ir a verla porque cuando tú has estado en la casa de alguien con él, da yuyu ir a verla convertida en un museo.
Los escritores de Almería tienen que lidiar con todo lo que supone crear desde la periferia, desde una provincia mal comunicada y olvidada. Como escritor y poeta que lleva mucho en este mundo, ¿cuál diría que es la receta para no caer en el desaliento?
Yo creo que la periferia ya no existe, ha muerto en Internet. Antes es verdad que había una gran diferencia entre estar en Madrid o Barcelona y estar en Almería, ahora creo que hay muy poca. Las virtudes de la famosa aldea global son esas: han acabado con la gente arrinconada, con los escritores secretos y con esas vallas que impedían a mucha gente ir avanzando en la carrera porque dependías de determinadas publicaciones y editoriales. Ahora eso ha desaparecido. Yo he echado una mano a algunas jóvenes poetas que he descubierto leyendo en Internet y luego supe dónde estaban. Primero llegaron sus escritos porque la Red permite que todo esté al alcance de la mano, con sus defectos, con todos los insultos fáciles de idiotas enmascarados, aunque ojalá uno pudiera en la vida bloquear a todos los tontos con los que se cruza.
Esta semana ha salido la cuarta edición de su poemario ‘Ya no es tarde’. ¿Necesitamos más que nunca de la poesía en estos tiempos en los que se impone lo banal?
Ni te quepa duda. Primero, por una razón moral y luego por otra de oportunidad. En un mundo en el que hablamos de corrientes de opinión y de tendencias predominantes y de pensamientos únicos, desde luego hay pocos caminos al pensamiento propio, la inteligencia y la comprensión como la literatura y la poesía, la buena, claro. Te ayuda a pensar, a reflexionar y evita que te den el pensamiento ya hecho. Y oportunidad porque la gente se queja de Internet y de los ‘wasaps’, pero si lo piensas de otra manera, nunca en la historia de la humanidad hemos estado escribiendo todo el tiempo como ahora. En vez de llorar, los editores deberían enterarse de algo y llevar a Lorca y a Juan Marsé a las pantallas que mira la gente. En vez de estar quejándose de que su mundo se arruina, ¡coño, haced algo!
Poemas, canciones, ensayos, novelas, artículos. Si Benjamín Prado fuese un género, ¿cuál sería?
El género tonto, que decía mi madre. (Risas). Yo tengo la suerte de vivir haciendo una cosa por la que pagaría, me parece un privilegio. Uno de los problemas del mundo es que la gente trabaja en cosas que odian. Esa rabia mundial causa conflictos y malas vibraciones, es un palo en la rueda. También en este momento hay pocos privilegios más grandes que el de ser escuchado. El hecho de que te lean, que es escuchar por escrito, o que uno se siente detrás de un micrófono y tenga a alguien escuchando, es un lujo asiático.
Colabora en la SER y escribe artículos sobre temas espinosos como la política. ¿Piensa que los artistas tienen la obligación moral de mojarse y opinar?
No sé si llega a obligación moral, pero desde luego es difícil mantenerse al margen de este mundo en el que tantas cosas injustas pasan cada día. Hay gente ahogándose en las mismas playas donde otros vamos a broncearnos. A unos les cortan la luz y el presidente de la compañía cobra 45.000 euros al día. Todo lo que se puede reflexionar se puede escribir, esa ha sido siempre mi teoría.
Y hablando de mojarse, ¿cree que Pedro Sánchez logrará formar Gobierno?
Pedro Sánchez tiene que decidir si tiene un gran problema o una gran oportunidad. La noche de las elecciones no se creía ni él que podía ser presidente y ahora está a un paso, pero para eso tiene que recuperar dos letras de sus siglas: la ‘s’ de socialista y la ‘o’ de obrero. Yo disfrutaría ahora mismo siendo Pedro Sánchez. Tiene la posibilidad de ser una botella tirada al mar o un gran estadista que logre poner de acuerdo a fuerzas progresistas que den un giro de timón a este barco gobernado por piratas.
Los fans de Sabina siempre le estaremos agradecidos por aquel viaje a Praga del que salió el disco ‘Vinagre y rosas’. ¿Cómo logró sacarlo de su casa y que se sentase a escribir de nuevo?
Nos obligamos los dos porque ninguno estábamos en nuestro mejor momento. A veces sumas nada y nada y te sale uno. Aquí sumamos uno y uno y nos salió tres. Porque se trataba de que las canciones las escribiera ‘El tercer hombre’, como la película de Welles. Lo mejor que se puede decir es que salimos más amigos y que quedaron ganas de más.
¿Es la felicidad enemiga de la inspiración?
No, pero a escribir se aprende escribiendo. Marguerite Duras decía: “Yo suelo escribir para saber qué escribiría si escribiese”. Sabina y yo fuimos a escribir a cuatro manos, algo endiablado, y fuimos muy felices peleando cada coma.
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