Hay lugares donde siempre es lunes. Sitios donde la lluvia siempre te pilla sin paraguas. Estadios donde da igual lo que hagas, marcar un gol en el minuto uno o buscarlo durante cuarenta y cinco. Campos donde esa frase del final de Cien años de soledad se repite una y otra vez, “las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”, como si García Márquez la hubiese escrito pensando que el Atleti se apellidara Buendía y el Ciutat fuera su Macondo. Porque así fue. Perdió el Atleti en su campo maldito mientras en la radio no dejaban de sonar goles del Barça, del Madrid. Adiós Liga, adiós.
Y ganó el Levante porque el Atleti cayó en su propia trampa. Esa que tantos y tantos puntos le había dado a lo largo de la temporada, marcar y levantar un frontón, falló. Pero es que era el Ciutat, el estadio donde todas las Leyes de Murphy se concentran en contra del Atlético. Y dio igual que Torres marcara en el minuto uno y pareciera que el maleficio se espantaba, tan fácil, sólo con que Koke levantara la cabeza y El Niño corriera. “Lo más sencillo, lo más difícil”, que decía Cruyff. Koke filtró un pase entre líneas, resbalándose, pero con precisión cirujana, que Torres picó suave, ante Marino. Entonces, el Barça aún no había marcado. El Madrid tampoco. El Atleti era líder de la Liga. Entonces se confió. Entonces creyó que, con defender y esperar una contra sería suficiente, ante un Levante descendido. Olvidó 2014 y aquella derrota. Y eso le mató.
El Levante comenzó a crecer porque Lerma se agigantó en el centro y, desde ahí, su equipo se extendió como una onda en círculos concéntricos hacia la portería de Oblak. Verza y Verdú le escudaron y entre los tres dieron sentido a la salida del balón y mantuvieron organizado al equipo. Al principio ni siquiera inquietaba. Buscó primero el gol con dos remates de Verza se fueron lejos. Después fue una contra en la que Filipe le robó el balón a Casadesús cuando éste se quedaba solo ante Oblak. Nada. Simple fogueo mientras el Atleti, cada vez que se acercaba a Mariño disparaba a matar. Todas sus ocasiones, sin embargo, se quedaban en casi.
Casi marca Torres después de que Koke botara un córner, Mariño saltara antes y Torres, por centímetros, no cabecera un balón solo, en el segundo palo. Casi lo hace Correa, después de regatear a tres. Y entonces, justo después de que Gabi enviara alto un disparo desde fuera del área, Casadesús remataba de cabeza un centro de Cuero desde la derecha y el Levante dejaba de ser fogueo. La cámara buscaba a Simeone, obligado a ver el partido en una cabina, se pasaba la mano por la cara con gesto preocupado. Entonces Barça y Madrid ya habían marcado, hacía ya muchos minutos que el Atleti no era líder. Ahora también se le iba la Liga.
Ni un minuto de la segunda parte esperó Simeone para tratar de romper aquello que parecía ya escrito, que la maldición del Ciutat pesaría más que la Liga. Entraron Griezmann y Carrasco, pero eso, el banquillo, tampoco esta vez le funcionó al Atlético. Atacaba, pero sin orden. Lo buscaba, pero sin tino. Durante muchos minutos, Savic y Giménez fueron su mayor amenaza arriba. Rozó el gol el propio Savic, tras cambiarle la trayectoria a un primer remate de cabeza de Giménez en un córner, pero el balón se fue fuera. Y los nervios, el cansancio de la batalla de Múnich, el tic-tac del reloj comenzaron a pesar.
Los últimos minutos fueron un monólogo del Atlético que siempre terminó igual, en los guantes de Mariño. Pérdida de Casadesús ante Carrasco, ocasión de Griezmann y blocaje. Disparo seco de Griezmann, muy centrado, y a sus manos. Balón picado de Torres que el portero detuvo en dos tiempos. Zapatazo desde fuera del área de Carrasco que se fue fuera. Era imposible. El Atleti era incapaz de encontrar un agujero por el que volver a colarle un balón.
La grada ya no tenía uñas cuando un remate manso de Giménez acabó en los pies de Morales que se escapó en una contra con Rossi. Savic estaba solo y no pudo con los dos. El segundo remató para hacer el gol de la victoria del Levante. La maldición del Ciutat atrapó también a Oblak, era el segundo gol que encajaba, ya tampoco podrá superar el récord de imbatibilidad de Liaño. Adiós, récord, adiós. Se fue con la Liga.
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