No había pasado nada todavía y el partido ya era de leyenda. El último Atleti-Barça de Liga. El capítulo final de un duelo lleno de historia que, al principio, atenazó las piernas, como si los futbolistas salieran impresionados del túnel ante el reto, estar a la altura, el rugir de un estadio que temblaba ante la cita.
El arranque fue frío, embarullado, condicionado por un Barça que había salido con un dibujo extraño. Sin lateral. Línea de tres atrás, Piqué, Umtiti, Mathieu, la sorpresa, que resultó un traje que tardó muchos minutos en hacerle sentir cómodo, corto por aquí, largo por allá, con Luis Enrique corrigiendo cada poco la posición de Rafinha arriba. El Barça no terminaba de encontrarse. El Atleti lo hizo a los diez minutos.
El paso adelante fue la presión arriba. Así asfixió al Barça. Así convirtió cada robo de balón en una amenaza. Pero si de primeras Carrasco no tuvo reflejos para patear a un balón de gol de Gabi y Godín lanzó alto un córner, después, Griezmann se topó con Ter Stegen en un remate a bocajarro. Y después Koke no acertaba a rematar de cabeza y Neymar no pudiera dar un paso sin sentir el aliento de Vrsaljko, inmenso, en la nuca. Y era el minuto 18 y del Barça sólo una noticia: una falta a Suárez en la derecha que acabó con un disparo alto de Messi. Sin centro del campo, la MSN eran sólo islas rodeadas de mar, cada balón en largo con el que les buscaba su defensa se ahogaba en la nada. Y, mientras, el Atleti, a lo suyo. Sin dejar de mirar a Ter Stegen.
Fue después de un derechazo de Griezmann que Ter Stegen sacó con la punta de los dedos cuando el Barça despertó con un zarpazo. El Atleti lo había dejado vivo y en una jugada Suárez avisaba qué supone eso: si no lo matas, te mata. Oblak, soberbio, como si hubiera jugado ayer, como si no hubiera estado dos meses de baja, salvaba ante un disparo raso y cruzado de Messi. La pelota se le escapó y llegó Suárez para embocar el rechace. El balón entró a la red después de golpear el palo pero el árbitro lo anuló porque el uruguayo pisó la mano de Oblak en la acción. El partido se equilibró.
El Atleti sumó otra ocasión, pero Ter Stegen leyó las intenciones de la conexión francesa y Oblak interpuso su manopla en una falta lanzada por Messi perfecta a la escuadra en la del Barça. Casi cuando Oblak se abrazaba al balón después de un cabezazo de Piqué en un córner que iba a gol, pitaba Mateu el descanso. El Barça se iba a la caseta vivo, intacto. Y con 45 minutos por delante.
Intentó Luis Suárez ponerle su nombre al cambio de viento, con una jugada en la que conectó, al fin, la MSN y si el balón no terminó en gol es porque el uruguayo lo cruzó demasiado. Al Barça ya le duraba el balón más allá de tres toques, un minuto. Replicó Griezmann en la jugada siguiente, después de aprovechar un balón al hueco de Saúl, pero Ter Stegen volvió a adivinar donde iría su disparo raso y cruzado. El último Atleti-Barça del Calderón estaba siendo un partido de porteros.
El Calderón ponía la garganta, pero Ter Stegen se alzaba como un muro al final de cada ocasión rojiblanca. Entonces la MSN volvió a plantarse en el área de Oblak después de que Gabi perdiera un balón en el centro del campo. Fue una acción trabada, como el partido, llena de rechaces, disparos frustrados, hasta que Luis Suárez logró llevarse el balón y Rafinha lo embocó al gol. La presa ya era el cazador.
Pero entonces Godín le puso otro rato de intrigar, al saltar para rematar una falta lateral lanzada por Koke con el alma,aunque fuera su cabeza la que golpeara. Ter Stegen intentó despejar como un portero de balonmano pero ya estaba vencido desde que el uruguayo había rematado. El gol del Atleti era en la portería del Fondo Sur, donde hace veinte años siete goles en un Atleti-Barça dieron la vuelta al mundo. ¿Remontada? No. A cuatro minutos del final espantó la última esperanza del Calderón de ver a su equipo ganarle al Barça en su último duelo en el Calderón. Fue otra jugada confusa, de rechaces y mala suerte. Messi terminó haciéndose con un balón y rematando una vez que rebotó en Savic y le permitió otro segundo remate.
Pudo hacer el empate Torres cuando el partido estaba ya en el descuento, pero Piqué le rebañó el balón de la bota y el partido moría en el 94:01, en un saque de banda que Neymar ni llegó ni a sacar mientras Mateu pitaba y el estadio miraba cómo el Barça, que estuvo muerto, se reenganchaba a todo, mientras sobre ese césped sólo quedan siete tardes de Liga, con un objetivo: que sirvan para ser terceros. Adiós Calderón, adiós, parecía el puño de Messi al aire mientras sus compañeros le abrazaban camino del túnel.
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