No ha pasado tanto tiempo, pero la gente se olvida. Ahora que todos hablan de Guti como último entrenador de la UD Almería, sería bueno recordar y enseñar a las nuevas generaciones que el primero no vino de la Galaxia: era terrenal.
En un caluroso mes de agosto y cansado de negociar la compra del Poli Almería, Guillermo Blanes se lió la manta a la cabeza y formó un Almería “para dar salida a los jugadores de la tierra”, dijo en su presentación. Y para ello tenía que contar con un hombre que llevaba media vida formando jugadores. Era Pepe Navarro de esos técnicos adelantados a su tiempo que sabían manejar todas las artes del fútbol desde abajo.
Carta blanca
Pepe Navarro pasó a ser el primer ‘ideólogo’ del Almería y tiró de hombres de su máxima confianza sin tiempo material para confeccionar la plantilla. Pepe era un entrenador peculiar, que se comprometía con el club siempre con una condición: responder con los futbolistas y pagarles íntegro su contrato. Llevó mucho pan a la mesa el bueno de ‘Pepito’ y sus jugadores daban la vida por él en el campo: en tiempos en los que se podía vivir del balompié en Tercera División.
Blanes puso al primer Almería actual en sus manos y lo colmó de jugadores de la casa hasta que aparecieron las prisas por subir y comenzaron a llegar entrenadores que prometían lo que Pepito no, y pasó a trabajar con la cantera y a unirse a la dirección deportiva siendo el recambio ideal cuando fallaban esos técnicos de renombre, que los tuvo el Almería desde muy temprana edad. Blanes tenía claro que ‘Pepito’ no le fallaría y como hombre de club estuvo hasta en aquel ascenso de Valencia dando la talla.
Muy cotizado
Cuando Blanes llamó a Pepe Navarro (que seguro le pillaría tomando los baños en Cabo de Gata o comiendo trigo en casa de Antoñita), no estaba hablando con un principiante de los banquillos. Llevaba media vida formando jugadores y poniéndose España de sombrero con su barrio de Los Molinos, por donde pasaban a comienzo de los setenta el Real Madrid y el Barcelona en una Liga Nacional Juvenil de postín. Luego llegaría el Roquetas, de Gabriel Amat, y los ascensos con el Almería y un Poli Ejido donde dejó su sello.
Un sabio del fútbol
Tenía una pizarra magnética y sus equipos un sello propio. En el campo todo el mundo sabía lo que tenía que hacer y a cada rival le daba su merecido. Con ‘Pepito’ se vio el mejor fútbol de todos los tiempos en La Algaida con el Roquetas y a la hora de sumar puntos sabía llenar la hucha. Que nadie se olvide de Pepito Navarro.
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