El Atlético de Madrid es el asombro que no cesa. La pasada temporada construyó un milagro a partir del pragmatismo más austero: partido a partido. Esta Navidad se ha permitido la licencia del romanticismo sin alterar ni el éxito ni la fisonomía. La novedad es que el Calderón parece aún más feliz. La costumbre, casi tradición, es que el Madrid se atragante con ese hueso. Después de cuatro duelos, todavía no ganado esta temporada a los adversarios de rojiblanco. Hay rayas que son barrotes.
Ahora cuesta hacer memoria, pero el partido comenzó cuando se hicieron públicas las alineaciones. Simeone colocaba al joven Lucas, un prometedor central de 18 años, como lateral izquierdo, el octavo suplente sobre el campo. Ancelotti, por su parte, dejaba en el banquillo a Cristiano Ronaldo.
Admito que la decepción fue el primer sentimiento. De pronto sospechamos que Simeone, al anunciar la titularidad de Torres, no le había señalado como protagonista principal de esta nueva etapa, sino como delantero del equipo suplente, con Gámez, Lucas y Saúl. Sospechamos, igualmente, que el Cholo tiraba la Copa en beneficio de Liga y Champions. Sospechamos mal, sobra decirlo.
También nos desconcertó la ausencia de Cristiano (¿cansancio, cocina de autor?), utilizada por Ancelotti para recuperar el 4-4-2. La querencia táctica es lo único que no debería sorprendernos. En muchos sentidos, un entrenador de fútbol es como una madre. Si puede, le pondrá al niño dos abrigos en vez de uno, bufanda y pasamontañas. Para un entrenador, un 4-3-3 es como una camiseta sin mangas o una falda muy corta, el anuncio de una gripe o algo peor. Es obvio que los técnicos sólo se sienten seguros con los equipos bien tapados; el resto son concesiones a la juventud.
El interés regresó al calor del partido. El visitante dominó de inicio porque el Atlético le entregó amablemente campo y balón. El objetivo: negar el contragolpe al Madrid. No se había cumplido un minuto cuando Sergio Ramos puso a prueba los reflejos de Oblak. El cabezazo lo hemos visto mil veces y suele terminar en gol, o en título.
No se había alcanzado el cuarto de hora cuando Bale, en otro envío de James, marcó de cabeza, aunque en fuera de juego evidente, incluso para el árbitro. El Atlético reaccionó como si le hubieran pisado un juanete o un papiloma en flor. El contragolpe fue un relámpago y Griezmann lo cerró con un chut a la cepa de un palo. No sólo había partido.
El Atlético parecía seguir un plan definido hasta el mínimo detalle. La prueba es que a partir del minuto 20 comenzó a presionar en campo del Madrid. Y no tardó en generar peligro. Griezmann robó un balón a Varane que hubiera condenado al central madridista de no ser tan rápido, ágil y puntual; justo cuando el delantero encaraba y se disponía a disparar, una pierna larga y tostada le arrebató limpiamente la pelota. Casi sin darnos cuenta, el Atlético ya tenía el duelo donde lo quería: convertido en una disputa física, casi pasional, salpicado de tarjetas y de interrupciones que no dejan de ser balones parados.
Torres, entretanto, no difería del futbolista que hemos visto en los últimos años. Voluntarioso, lustroso físicamente y a medio metro o medio segundo de acertar. Como el Atlético no cesa de escribir buenas historias diremos que, a partir de ahora, el Niño se llama Lucas. El chico completó 90 minutos fantásticos, lesión incluida. Es francés, pero podría ser uruguayo.
Al poco de iniciarse la segunda mitad, el partido se desequilibró. Con Simeone de por medio me niego a decir que fue una casualidad. Después de forcejear con cuantos hombres de blanco se encontraba por el césped, Raúl García no opuso resistencia al empujón de Sergio Ramos dentro del área. Penalti claro. Y absurdo. El propio Raúl García transformó la pena y el Madrid se sintió como Truman en el show de otro.
Koke entró por Torres y Cristiano lo hizo por James. El Madrid buscaba soluciones mientras el Atlético ya las tenía preparadas. Arda y Mandzukic se unieron al equipo para rematar la última fase del plan: tener el balón, congelar la reacción del rival, gustarse.
Los cambios coincidieron con el gol de Giménez, el 16º que logra el Atlético de estrategia y el séptimo de córner que encaja el Madrid esta temporada. El uruguayo se elevó sobre Sergio Ramos, al igual que hiciera Otamendi el pasado domingo. Amigos, beban mate.
El resto del encuentro nos dejó un plantillazo de Arbeloa sin castigo (tarjeta anaranjada) y nos zambulló en la fiesta del Calderón, hay años en los que todo sale bien, incluso mejor, hay ocasiones (pocas) en las que el amor triunfa.
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