Debe de estar pensando Alfonso García que no por mucho madrugar amanece más temprano, y se está tomando con calma la elección del sustituto de Sergi Barjuan al frente del vestuario rojiblanco, tras la negativa de Fernando Vázquez.
Las precipitaciones nunca son buenas y menos en una decisión tan importante como la que tiene que tomar el presidente a la hora de contratar un nuevo técnico, porque es mucho, muchísimo, lo que la entidad rojiblanca se juega esta campaña.
Si el máximo accionista está estudiando con detenimiento a los candidatos y sin urgencias, es porque sabe que tiene las espaldas cubiertas para el partido del domingo ante el Girona.
El curso pasado se vivió una historia muy similar. Tras el cese de Francisco se hizo cargo de la dirección del primer equipo Miguel Rivera, entrenador del conjunto filial de Segunda B, que ocupó el banquillo del Estadio Mediterráneo en el duelo que los rojiblancos mantuvieron con el Real Madrid. Juan Ignacio Martínez, que ya había firmado para sustituir al técnico malagueño, vio el partido de su equipo desde la grada.
El tiempo, a su favor
Miguel Rivera demostró la temporada anterior, y en las dos sesiones de entrenamiento que ha dirigido al plantel, que no le tiembla el pulso a la hora de dirigir a la primera plantilla en su nueva andadura en Segunda División. En el curso pasado, para dirigir al equipo en Primera, tuvo que superar dos escalones, pero en el actual sólo hay uno entre la Segunda B y la Liga Adelante.
Brillante debut
El precedente más inmediato juega a favor del técnico malagueño. Se estrenó en Primera enfrentándose al Real Madrid en el Estadio Mediterráneo. Pese a que su equipo terminó perdiendo, como no podía ser de otra forma por 1-4, el Almería jugó uno de sus partidos más completos del pasado campeonato. En el gran día de su carrera, Miguel Rivera se presentó ante el conjunto blanco con una defensa de cinco, o con tres centrales que es equivalente, y un equipo que salió a morder y a vender cara la derrota. Sin complejos, agresivo, audaz, con una presión alta, no dio tregua a los jugadores blancos, que sólo pudieron hincar el diente al Almería por la calidad individual de sus jugadores, pero no por el juego colectivo.
Verza anuló la ventaja inicial de los merengues y a la hora de partido, cuando los madrileños ganaban por 1-2, el oriolano marró un penalti que hubiera supuesto una nueva igualada. Este fallo y el cansancio propiciaron el marcador final. Pero en cualquier caso, Rivera supo dar a los suyos muchos de los valores de los que no habían tenido.
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