Hoy las Hermandades cuentan con nóminas más o menos extensas de cuerpos de nazarenos, los pasos salen a la calle sin aquellos huecos que clamaban por la presencia de más costaleros y hasta las más jovenes Hermandades atesoran, con esfuerzo, su pequeño patrimonio. Pero no siempe fue así, hubo una época en la que los recursos eran limitados y los pasos, firmes pero cortos, se daban con el inestimable esfuerzo de hombres que dieron su juventud a la Semana Santa de Almería.
Una de estas personas fue Emilio Barrios Muñoz. Su nombre aparece ligado a la Semana Santa almeriense de forma inconfundible. Emilio llegó al mundo cofrade casi desde la cuna: “Yo estudiaba en el colegio de San Francisco, con los padres franciscanos, y como sabes, en la Iglesia de San Agustín está la sede del Silencio. Cuando me fui haciendo mayor me hice hermano de la corporación y comencé a salir de nazareno. A partir de ahí comencé mi vida cofrade”.
Tantos años dedicado a las cofradías provocan que Emilio haya pasado por la práctica totalidad de los puestos por los que un cofrade puede desfilar, él mismo lo reconoce: “He salido de casi todo. Menos de Hermano Mayor. Comencé en el mundo cofrade con la música. Muy joven entré a formar parte de la banda del Cristo del Amor, estamos hablando del año 82. También toqué en la banda que fundó más tarde la hermandad del Silencio, y en esta época llegamos a quedar segundos en un certamen que organizó el Entierro, y que vino a retransmitirlo el mismisimo Matías Prats, padre. También estuve con la banda Santa Cruz desde su fundación, en el año 1996”.
“Cuando llegó el mundo del costal” -continúa Emilio- “me metí de lleno. He estado cargando hasta hace 4 años que lo tuve que dejar. De costalero he salido en la Cena en los dos misterios, el actual y el anterior. También el martes he salido en la cuadrilla del Cristo del Amor durante 17 años, el miercoles en el Cautivo de la hermandad del Prendimiento, de lo que estoy muy orgulloso porque llegué a sacar los dos Cautivos, el que se quemó y el actual, que lo saqué un año antes de retirarme. También he sacado el Nazareno, y el Entierro como contraguía”.
El tono de la conversación se torna serio cuando le interrogo sobre que es para él la semana mayor. No duda. “La Semana Santa es el pilar de mi vida. Me identifico con ella y me baso en ella. Esta semana forma parte de mi vida, salgo a hacer estación de penitencia, hacemos (los cofrades) catequesis pública y como cristianos damos testimonio de nuestra fe. Yo a la Semana Santa le he dado mi vida, me he entregado a ella en cuerpo y alma y todo el trabajo que he podido se lo he dado, no me pesa y estoy orgulloso de ello”.
Como buen cofrade atesora recuerdos de años anteriores, y en esto Emilio es un libro de anécdotas. “He participado en el año 96 en la bendición del Señor Cautivo de Medinaceli, porque era su costalero, y para mí fue muy emocionante. También recuerdo de forma especial un Domingo de Ramos en que siendo costalero de la Cena, Manuel Flores bajó el paso y yo me acerqué al respiradero a tomar aire. Allí vi como izaban a una señora en silla de ruedas que se acercó a tocar la talla del paso. Me emocionó mucho, ella no me podía ver a mí, pero yo a ella la vi perfectamente con esa cara de sentimiento y de fe con la que fue a tocar el respiradero. Nunca he vuelto a ver a esa mujer por Almería”. Tantos años y tantos recuerdos que Emilio reconoce que ha conocido a tanta buena gente que le cuesta a veces situar a todos en su contexto.
Con esta vida cofrade, la última pregunta es obligada, ¿que le queda a Emilio por hacer? “Poco, lo de acólito pensé que nunca lo iba a hacer, pero el Hermano Mayor de Macarena, Francisco Javier Giménez, me dijo que si era capaz de formar un cuerpo de acólitos. Nos pusimos manos a la obra y este es el tercer año que estamos sacando el cuerpo de acólitos. También me falta salir de mantilla, pero no creo que lo haga”. Era imposible hablar con Emilio y no acabar con una carcajada.
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