Me pregunto si entre todos los que estos días consideran como insatisfactoria, insuficiente, paupérrima y decepcionante la reciente visita de la ministra en Funciones de Fomento, Ana Pastor, hay alguien que realmente estuviera convencido de que la ministra iba a venir con un AVE bajo el brazo o con una varita mágica para reducir drásticamente la duración del insoportable viaje en Talgo a Madrid. Evidentemente, no hay nadie tan cándido, aunque ahora se lamenten amargamente en los medios y finjan una decepción llena de recursos escénicos propios de malos actores. Pero bueno, allá cada cual con sus formas y sus principios. Cuando el postureo domina la escena política, el realismo no siempre es entendido. Y la ministra fue realista. Ni más, ni menos. Dijo que se realizarán ajustes que permitirán reducir un poco de tiempo en el insufrible tránsito y se cambiará el tren por uno más confortable. Seguirá siendo poco atractivo y tedioso, sí, pero habrá que reconocerle a la ministra la voluntad de venir a dar la cara y la honestidad de no contar milongas al personal. Lo digo porque lo verdaderamente llamativo y lo que –dejo abierta la reflexión- nos retrata bien como sociedad, es que la ministra habría salido en loor y gloria de su visita si nos hubiera mentido con todo el papo. Así de claro. ¿Se acuerdan ustedes de aquella “lluvia de millones” (sic.) que nos anunció la Junta de Andalucía una vez que hicieron en Almería su consejo de Gobierno? ¿Se acuerdan de cómo se vendió en la prensa local la inauguración de aquel secarral infame junto al Andarax que la Junta de Andalucía llamaba Parque? Aún recuerdo los titulares: “Joya de la Corona” y “El Retiro de Almería”. Por eso nos parece tan pobre que llegue una ministra y se limite a no engañar a nadie. A pesar de eso, desde el PSOE dicen que la ministra ha venido “a empujones”. Pues a ver si aunque sea a empujones consiguen que venga la presidenta de la Junta a inaugurar el hospital que nos prometieron en 2007 y que, por el momento, sólo tiene una piedra.
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