Es algo que vengo comprobando desde hace muchas, muchas convocatorias electorales: lo importante, al final, son los puestos de salida. Los escaños. O sea, los sillones y cuanto ellos llevan aparejado: los iPads, la pensión, las tarjetas viajeras... No es algo que ocurra ahora, en estos tiempos en los que, obviamente, la política está tan devaluada: recuerdo que ya con aquella tan elogiada Unión de Centro Democrático suarista las tensiones estuvieron a punto de hacer explotar un par de veces el partido creado por el entonces presidente. Así que, la verdad, que Carme Chacón renuncie o no a encabezar la lista socialista por Barcelona me parece irrelevante, excepto por lo que trasluce de desconfianza hacia lo que vaya a ocurrir en su partido, en el PSOE que comanda Pedro Sánchez. Ni siquiera me parece relevante que, alegando motivos profesionales para suplantar lo que ha sido una patada de despedida, la diputada por Madrid Irene lozano también haya cogido el camino de la puerta.
La verdad es que no me parece que Sánchez vaya a llevarse un enorme disgusto por la huida de la señora Chacón, sea esta huida como reserva para el futuro, sea porque ella tal vez contemple su vida ligada a la enseñanza en Miami, o lo que fuere: Carme Chacón ha aportado muy poco al debate político y sí algo, aunque sea por vía indirecta, a la conspiración pasillera en el mundillo socialista.
Bien haría Sánchez -ya sé que no lo hará: su capacidad de error es mucho mayor de lo que yo creía- en aprovechar estas defecciones, que no serán las últimas, supongo para poner un poco de orden y transparencia en sus listas electorales. Sánchez está obligado a retocar la candidatura madrileña -sacando provecho al oportuno paso atrás dado por Irene Lozano- para enderezar aquella maniobra con la que colocó a dedo en puestos destacados a la ¿ex periodista? y a la ex comandante Cantera, irritando sobremanera a la militancia del PSM, ya de por sí no poco revuelta.
¿Cuántos votos perdió el Partido Socialista en Madrid por el rechazo de militantes y simpatizantes a rubricar el dislate? ¿Diez mil? ¿Veinte mil? Cálculos hay para todos los gustos.
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