Para mí es un misterio que un personaje como Donald Trump, pueda estar donde está: a dos pasos de ser elegido candidato del Partido Republicano a la Presidencia de los EE.UU. Un misterio que pueda estar en lo más alto de las encuestas un personaje tan visceral, tan zafio. ¿Cómo puede ser que una parte importante del electorado republicano se declare dispuesto a llevar a la Casa Blanca a un fanfarrón vociferante? Que se sientan representados por un indigente político que emplea un lenguaje tabernario calificando a los mejicanos (que son millones en el país) de “violadores” y “criminales”, que emplea expresiones groseras de contenido sexual contra su futura rival, Hilary Clinton, aspirante por el Partido Demócrata a la que llama “asquerosa”. ¿Cómo puede encandilar a futuros electores un tipo al que se le llena la boca de machismo al dirigirse a las periodistas que informan de su campaña? Tras un debate en televisión, soltó que una de las periodistas que le había puesto en apuros seguramente tenía la menstruación. Odia a los medios, todos le parece que son mentirosos, “gente asquerosa”. Una de sus palabras favoritas.
Tal parece como que no respeta a nadie ni nada le parece respetable. Nadie se libra de su verbo torcido. También sus compañeros de partido han sido víctimas de constantes descalificaciones. Para Trump, Jeb Bush-hijo y hermano de presidentes de los EE.UU.- es el “debilucho Jeb”. Ted Cruz, el candidato hispano que al igual que Bush acabó tirando la toalla en la lengua de trapo de Trump era “el mentiroso Ted”.
A Marco Rubio, otro de los aspirantes de origen hispano, también retirado de la campaña de las primarias, lo mortificaba recórdandole su estatura: “el pequeño Marco, etc. Adentrarse en el análisis de sus propuestas políticas es relativamente sencillo. Las que no son aberrantes como la que pretende levantar una muralla de miles de kilómetros en la frontera con Méjico (¡obra que según él debería costear el Gobierno Mejicano!), son tópicamente aislacionistas: América para los americanos. “Hagamos grande América” -es su lema de campaña-. Pide que se prohíba la entrada de musulmanes a los EE.UU. y olvidando que el país en el que ha nacido es un país de aluvión hecho por varias generaciones de gentes venidas de fuera, en sus mítines no ha cejado en sus ofensas a los emigrantes. Sus conocimientos en materia de política y relaciones internacionales son rudimentarios. Asegura que si fuera Presidente, en seis meses acabaría con el llamado Estado islámico y defiende que los EE.UU. deben abandonar la OTAN y dejar esta organización militar en manos de los europeos. Qué un personaje así pueda llegar a ser Presidente de la nación más poderosa del mundo pone los pelos de punta.
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