Me gustaría, hoy, hacer de abogado defensor de San Indalecio, nuestro Santo Patrón, que no está en su mejor momento: es un incomprendido… y un olvidado: hoy, los niños no se llaman Indalecio, sino Modric. De verdad, Almería ¿celebra, festeja, conmemora u olvida la onomástica de su Patrón? Seguro que alguna vez ha lamentado con Benedetti: “¡Quien me iba a decir que el destino era esto!” Algo hay que hacer para recuperarlo. Yo, pobre consuelo le brindo pero, hoy, lo recordaré, sí no con devoción, sí con cariño y nostalgia.
Hace años, muchos ya, los almerienses le teníamos devoción, festejábamos su día y, como muestra de esa devoción, muchos almerienses se llamaban Indalecio, Indalo, como el pechinero Indalo “El Marujo”, que dio nombre al Movimiento Indaliano y al monigote gracioso que, como afirmaba Paco Capuleto, es lo más conocido de Almería, pues lo mismo lo ve usted al cuello de un fornido boxeador que entre las tetas de una señorita exuberante que pasea por la Quinta Avenida de Nueva York. Está claro que el Indalo ha volado por libre y se ha convertido en un icono mundial, que la gente no asocia con Almería ni mucho menos con San Indalecio.
Hoy, San Indalecio ha cedido su protagonismo a San Jonathan, San Boris, San Kevin, San Adonais… y ¿san? Modric -de verdad, lo oí el otro día- el futbolista del Real Madrid. Y es que, desde que se liberalizó el uso de los patronímicos, es, sin duda, el signo de los tiempos, pues en todo los años –veintiséis- que he estado de Profesor en la Universidad no he tenido ningún alumno que se llamase Indalecio y sí muchos modernos.
¿Qué le ha pasado al pobre para que lo hayamos olvidado de ese modo, cuando hay otras ciudades -Pamplona y su San Fermín, por poner un ejemplo muy racial- que hacen de su Santo Patrón casi una excusa para el desmadre apasionado? ¿Habrá sido San Indalecio una víctima del botellón? Porque está claro que San Juan, con su noche mágica, le ha dado un golpe de mano. Yo, la verdad, y que el San Indalo no se ofenda, me quedo con el San Juan Mediterráneo -su sucesor de hecho en la devoción y pasión populares- antes que con el San Indalecio el Peripatético, aunque ese olvido resulte patético. Pero, claro, bien pensado, no tienen por qué ser incompatibles.
El pobre, el primer inmigrante histórico regularizado -de quienes podría ser nombrado Patrón- de que tiene noticia -¿o lo inventa?- la Historia, llegó a Urci (Almería) en el año 63 desde donde, en la primavera del 65, partió, encargado por San Pablo, para la Evangelización de España con los otros Santos Varones Apostólicos, aunque hay autores que ponen en tela de juicio no ya la importancia de éstos sino, incluso, su misma existencia, afirmando que se trata de una simple leyenda susceptible de diversas interpretaciones.
En cualquier caso, San Indalecio lleva siendo Patrón de Almería más de cuatrocientos años, durante muchos de los cuales su día fue festivo, algo que, desde aquí, reivindico, y se celebraba con una procesión de familia, junto a la Virgen del Mar, hermanados Patrón y Patrona, como debe ser.
La pasión de los almerienses es la Virgen del Mar; San Indalecio pasa desapercibido. Es claro, pues, que en Almería sí tiene respuesta la pregunta inconveniente de a quién quieres más, a papá o a mamá. Al pobre Papá, no lo recuerda nadie, mientras que a Mamá se la quiere con pasión. Hasta el extremo de que en todas las familias almerienses hay una María del Mar. Tanto es así que Cristina, mi hija, es titular de una cartilla de ahorro en la -entonces- Caja Postal de Ahorros, que no puede cobrar, porque una tía mía, sin encomendarse a nadie que no fuese la tradición, se la abrió apenas nacida, dando por descontado que habría de llamarse María del Mar.
Sin embargo, es verdad, no nos planteamos, siquiera, llamarla Indalecia. Sí Rocío –éramos, entonces, andaluces, pues no existía legalmente Andalucía ni atisbo de Autonomía excluyente- pero Anna María pensó, con buen criterio, que si la niña salía con dificultades para pronunciar la “erre”, cuando le preguntaran “¿cómo te llamas?” le podría resultar duro contestar “Gocío Gomego-Miuga Fegago”
Sin embargo, Indalecia es un nombre original y precioso. ¿O acaso es más bonito Letizia que Indalezia? Me parece un nombre que aúna lo almeriense con un cierto exotismo, con resonancias eslavas, romanas, renacentistas… La herejía la hicimos con nuestro hijo, Fausto V, y nuestro nieto, Fausto VI. Pero es que, en su caso, romper la tradición familiar nos parecía, aún, más herejía.
¡San Modric o san Cholo o san Messi nos valgan! Pero yo no quiero cambiar de Patrón. ¡Viva –pero que, de verdad, viva- San Indalecio!
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