Animalia

Incuestionablemente la sociedad española ha aprendido a cuidar, respetar y amar a los animales. Quienes ya contamos años, podríamos traer anécdotas feroces de salvajismo aldeano, gente que mataba todo lo que se le ponía por delante por odio a todo lo que volaba, como dijo Machado.  Hoy la sensibilidad es otra gracias a la nueva pedagogía ecológica y al ejemplo de profesores y asociaciones dedicadas a conocer  mejor la naturaleza. Me encantan esas fiestas de San Antón en que grandes y pequeños,  mujeres y niños aparecen con sus mascotas para recibir la bendición del santo. No obstante, a pesar de estos avances, aún aparecen  de vez en cuando, viejos saurios más propios  de otras edades geológicas que matan por matar y hacer daño. El freudiano Eros y Thanatos parece que también tuviera lugar entre los animales. Con muy pocos días de diferencia la prensa almeriense se ha hecho  eco de dos animaladas dignas de comentario. Ya sé que esto en otro tiempo ni siquiera   era noticia, sin embargo hoy ocupa las páginas de los periódicos. Vean este titular: “Roban, torturan y matan en Turre al burro “Alfarero”. Se trata de un caso de maltrato animal. La asociación protectora La Huella Roja cuenta los hechos de esta manera:  “(Cuando lo encontraron), Alfarero estaba muerto, tenía las patas atadas a cuatro árboles para inmovilizarlo. Le habían introducido palos y calabacines por el ano, habían saltado por encima del pobre animal, lo habían apaleado, le hicieron agonizar cada segundo que estuvo con sus asesinos” Este caso ya tuvo su antecedente con el burro Capitán que tuvo más suerte, no llegaron a matarlo. También ha sido noticia estos día la multa de cien mil  euros a dos trabajadores  de una explotación porcina de Huércal Overa por “aplastamiento” de los animales, dice la nota. El verano por lo que se ve se presta a todas estas salvajadas como el abandono de perros por razón de las vacaciones... Se han dado casos verdaderamente entrañables como el de un chucho que atravesó la península en busca de su antigua residencia. Ante tan alta fidelidad, no faltó un publicista para sacarle filo al nombre: “Yo no te abandono” En fin.