Hace unas mañanas, iba hablando por teléfono paseando por el lado de Poniente de nuestra catedral, resistiendo al sol abrasador y al ardiente viento de Levante. Observé de pasada que, bajo la sombra del magnífico palmito, había una mujer agachada y una gata sobre una toalla. Entre ellas había una complicidad y conexión especial. Esas que se dan entre diferentes especies cuando la empatía lo envuelve todo. La gata había parido y la mujer le estaba ayudando en el parto con los recién nacidos, a los que limpiaba con cuidado y esmero. La gata lamía a sus cachorros y dejaba hacer a la mujer como si fueran amigas de toda la vida. La imagen conmovía por el amor que allí emanaba. La Naturaleza dictaba el curso de la vida en el corazón de la ciudad.
Sentada en la plaza a la que me dirigía recordé a las mujeres que han alimentado durante años, de manera abnegada y tenaz, a las colonias gatunas de la ciudad no estando en las condiciones zoosanitarias adecuadas. En la del Zapillo, alguna vez cuando era niña, le ayudé a poner la comida entre las rocas, del que llamábamos “Espigón de los Gatos”. Los animales esperaban ansiosos su visita de ricos manjares felinos.
Los gatos en las ciudades son unos vecinos más, pasean entre los tejados, sestean en los descampados y mantienen a raya a los roedores. Por la noche, cuando la ciudad duerme, ellos se activan y podemos verlos e incluso oírlos con sus gritos de amantes peleones. Como diría Piolín, el canario más famoso de los dibujos animados: ¡He visto a un lindo gatito! La mayoría de estos gatos son abandonados a su suerte y las ciudades y municipios llevan a cabo medidas radicales, como el envenenamiento, porque aunque parezca increíble, el ser humano no es capaz de pensar que no es él la única especie que habita en el Planeta y en las ciudades.
Hay una plataforma almeriense de protección felina “Seven lives” que propone un método de convivencia sostenible con el que gestionar estas colonias felinas, reconociéndolas y señalizándolas. Este método ya se aplica en otras ciudades como: Zaragoza, Barcelona, Victoria, Málaga, Roma, Florencia… y en municipios almerienses como Adra. Es conocido con el nombre de método CES (Captura, Esterilización y Suelta) y los gatitos esterilizados se distinguen del resto porque tienen un pequeño corte en la oreja. Estos gatos pasarían por un reconocimiento veterinario y cuidados básicos de limpieza y desparasitación. Los animalillos más sociables con los humanos entrarían en programas de acogida y adopciones, como alternativa a la compra-venta de mascotas.
La situación de los gatos de Almería es de total desamparo y abandono. El municipio solo opta por el exterminio, un sistema anacrónico. Además el voluntariado hace un sobreesfuerzo descomunal en la tarea de proteger y asistir a los felinos que habitan en nuestras calles y que muchos han sido abandonados. En la ciudad de Almería, como en muchas otras, urge una ordenanza que recoja el método CES aplicable a la gestión ética y eficaz de colonias felinas: colonias de gatos protegidas, control, venta y crianza de animales domésticos, control del comienzo de las obras para el desalojo de las colonias, información, divulgación y concienciación.
Almería, últimamente, está en los titulares de la prensa nacional e internacional por sus casos alarmantes de maltrato animal y gestión de los centros de acogida. Es el momento de que la ética y la empatía hacia los que no tienen voz, y tanto hacen por nosotros, cambie. Escribió el poeta Charles Baudelaire: “Ven, mi hermoso gato, cabe mi corazón amoroso/ retén las garras de tu pata/ y déjame sumergir en tus bellos ojos”.
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