Al secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, le ha brotado en el flequillo un mechón blanco que no parece nacer del melancólico deshielo de las nieves del tiempo, sino que tiene todo el aspecto de ser fruto directo del epicentrismo político y mediático en el que anda sumido por voluntad propia. Y eso, siempre que demos por buena la aparición natural de las canas sin que medie el consejo o la orden de una mujer cercana. En las cosas del teñido siempre es mejor confiar en una señora, como hizo en tiempos pretéritos el expresidente Felipe González, cuando apareció de la noche a la mañana con las sienes viradas a un tono argéntico que, luego se supo, fue ordenado por su amiga Pilar Miró, Directora General por entonces de TVE, para transmitir así al gentío asustado por el bisbiseo del “que vienen los rojos”, una mayor sensación de reposo y madurez. Reales o no, lo que trasladan estas prematuras canas de Pedro Sánchez es un mensaje de sufrimiento que, más que serenidad, resaltan el innecesario padecimiento al que se somete, sometiéndonos a los demás, el dueño del incipiente mechón. Englobado en la hirviente burbuja de su propia circunstancia, Sánchez pretende ahora el más absurdo todavía, proponiendo una “ronda de contactos” con las demás fuerzas políticas, incluido el PP, (hecho que hace unos días era considerado algo “completamente prescindible” por el propio Sánchez) al tiempo que exige a los demás que levanten los vetos que él mismo sigue manteniendo y asegurando que él, que es el que propone los contactos, no se postula para nada. Por una vez coincido con Pablo Iglesias: no entiendo nada. Como sus propios compañeros del PSOE andaluz le han dicho al propio Sánchez, no se puede engañar a la gente con pactos fantasiosos. Y es que la verdad es que en la cabeza de Sánchez, además de las sorprendentes canas, sólo hay espacio para el propio Sánchez.
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