Estoy de acuerdo con lo que dicen gentes próximas al presidente de la gestora del PSOE, Javier Fernández, en el sentido de que no podemos permitir que los juicios por corrupción influyan negativamente en la posibilidad de pactar reformas, aunque sea desde la oposición, que redunden en bien del país. Lo digo porque el macroproceso Gürtel, con todas sus revelaciones, va a influir sin duda en el ánimo de los españoles durante varias semanas. Y abrir, en estas condiciones, un proceso electoral de ‘todos contra todos’ sería nefasto para la ya muy decaída confianza ciudadana en sus representantes.
Menos mal que parece muy improbable que esas elecciones vayan a tener lugar ahora, porque a nadie, ni tampoco al PP que ve cómo le recuerdan pasajes de la Gürtel, conviene. Así que me parece que carece de sentido todo aquello de ‘yo no pacto con Rajoy porque es un corrupto’, frase que ya debe quedar en el pasado, un pasado tan pretérito como quien la pronunció: tiempo habrá de ajustar las ‘responsabilidades políticas’ que puedan corresponder al presidente en funciones y muy probable próximo presidente. Y las de otros muchos, por cierto.
Siempre he pensado que no hay que judicializar la política, que es algo por lo que los españoles, que no hicimos una revolución como la francesa, sentimos auténtica pasión: olemos la sangre y la demandamos a cualquier precio y sin atender a circunstancias atenuantes o eximentes, tan solo a las agravantes. Y eso, la conveniencia de alejar la pura política de los tribunales hasta donde se pueda, vale tanto para Mariano Rajoy, que está saliendo bastante de rositas hasta ahora en el gran proceso contra la corrupción del PP, como, en muy otro orden de cosas, para Artur Mas o Francesc Homs. Una cosa son los procesos judiciales y otra, muy distinta, las comparecencias en sede parlamentaria.
Lo que no puede ser es mezclar el juicio Gürtel con el proceso político. Dejemos que Correa y Bárcenas se ajusten las respectivas cuentas ante el juez.
Rajoy -no me parece un hombre personalmente contaminado por la corrupción, a la que ha combatido a su flemática, demasiado flemática, manera- sí tendrá que sentarse, como un responsable al menos político, ante la comisión parlamentaria que va a repasar cuanto, desde la era casi de Manuel Fraga, pasando por la de Aznar (o la de Felipe González, para no hablar ya de Jordi Pujol), haya existido de procedimientos irregulares con respecto a los dineros públicos desviados en beneficio ilegítimo de los partidos o de los particulares. Aguardo con pasión ese momento de pasar factura a una parte, la más lamentable, de nuestra Historia democrática. Una factura que forma parte del necesario proceso de regeneración, que también tiene deudas con el pasado, además de con el presente y el futuro.
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