A estas alturas decir que la universidad es un espacio para la libertad de expresión parece un horterada. Su trabajillo costó, no crean. Los de mi generación saben mucho de piquetes, porras, detenciones y encarcelamientos. Bastaría analizar cómo llegó a este país la democracia para conocer sus primeros y titubeantes andares infantiles. Lo cual no es obstáculo para que de vez en cuando se produzca algún episodio retroactivo. Ayer no se habló de otra cosa que del suceso académico. Un grupos de violentos , enmascarados con capuchas y caretas , obligaron a suspender la conferencia de Felipe González y Juan Luis Cebrián que estaba anunciada en la Universidad Autónoma. Los oradores tenían previsto hablar sobre la sociedad civil y el cambio global pero hay cosas que parece que no cambian nunca No obstante , aparecieron algunos matices nuevos, fruto sin duda de lo que hoy nos está pasando. Por ejemplo, en alguna pancarta leímos la siniestra alusión a la cal viva, lo cual nos trasladaba al discurso de Pablo Iglesias pronunciado hace meses en el Congreso.
A una persona de bien la repugna ver a Felipe González tratado como un terrorista y lo mismo hay que decir de Cebríán, el defensor de la Constitución en la azarosa mañana del golpe de Tejero. Aunque no está probado que Podemos sea el motor intelectual de este zafarrancho de cafres , hay quien sospecha que tienen su arranque en las ultimas prédicas del de la coleta sobre la necesidad de tomar la calle y de movilizar a la gente. También insisten algunos analistas cercanos al PSOE en que la reacción de los violentos contra Felipe sería una consecuencia de su política blanda , ya que a pesar de hablar tanto del cambio, prefiere el soso continuismo de Rajoy. En cualquier caso esto no son formas parlamentarias ni tampoco académicas. No me extraña que Podemos vaya desinflándose como un azucarillo dentro de una taza de te. Enfrentarse a los medios de comunicación buscando el rumor, o mejor, el ruido de la calle es volver a los orígenes, como ha recordado Antonio Elorza. No son todos, menos mal. Ni Errejón ni Monedero ni Bescansa `piensan los mismo. El retroceso en las urnas debiera espabilar el sentido común de un partido que en su nacimiento sí fue bienvenido para unos pocos millones de españoles.
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