Los Presupuestos Generales del Estado para 2017 son algo más que unos Presupuestos más, valga la redundancia. Son todo un test para averiguar el realismo, el patriotismo y la flexibilidad que todos los grupos, todos, son capaces de desplegar para acudir a las exigencias europeas, algo irracionales a mi modo de ver, y para iniciar con normalidad el camino de la Legislatura. Los Presupuestos se convierten, así, en la primera prueba del verdadero talante negociador de Rajoy, de la capacidad de presión de Ciudadanos y de que el PSOE ha sido capaz de superar el 'no, no, no' y busca otros horizontes de pacto a cambio de ventajas que pueden redundar en bien de todos los españoles. O sea, una muestra de que el aún principal partido de la oposición vuelve a la senda constructiva que siempre debió seguir.
Con el debate (y la negociación previa) presupuestario comienza Mariano Rajoy a caminar por un sendero que desconoce como presidente: el de avanzar sin mayoría absoluta y necesitar el concurso no de un partido, sino de varios. Es este un momento en el que se precisa el concurso de todos los grupos para aquietar las tempestades levantadas por la incompetencia y la irracionalidad generalizadas a lo largo de nada menos que diez meses. Pienso, por tanto, que, para lo que valgan, los Presupuestos deben quedar aprobados, suponiendo que el resultado final sea razonable.
No porque como dijo Rajoy, con gratuita y algo despótica amenaza, la alternativa sea la convocatoria de elecciones generales en mayo, sino porque el prestigio del país de cara al exterior, y la estabilidad en el plano interior, sufrirían no poco si entre todos ellos no son capaces de sacar adelante las cuentas generales del Estado.
Ya digo, para lo que estos Presupuestos valgan, que otra cosa será luego el estricto cumplimiento de los mismos.
Los Presupuestos significan el mejor momento para negociar partidas, datos, prioridades políticas. El comienzo de esa regeneración de la que tanto venimos hablando. No parece, desde ese punto de vista, razonable que, como hacen socialistas y peneuvistas, se rechace negociar los Presupuestos sin siquiera conocer las cifras de los mismos. Yo tampoco me siento capaz de prejuzgar unas cuentas que aún no conocemos en detalle, más allá de las exigencias de la UE.
No estamos en una fase de confrontación 'a priori' entre partidos, que todo llegará; ahora mismo, lo urgente, como decía Pío Cabanillas, es esperar y aplazar la dialéctica Gobierno-oposición. Hay necesidades más apremiantes.
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