Esta semana, la sociedad española se ha visto convulsionada por la inesperada muerte de Rita Barberá, alcaldesa de Valencia durante 24 años y actual senadora por designación de las Cortes Valencianas.
La muerte de un ser humano, para cualquier persona de bien, invita, cuando menos, al respeto y la consideración más noble al margen de cualquier circunstancia o ideología. Pues bien, el hecho de que Barberá haya dedicado toda una vida a la política no debiera suponer un cambio en este comportamiento. Pero España, por lo visto, es diferente o al menos algunos españoles.
El Congreso de los Diputados, en reconocimiento a ese respeto, ni siquiera a su trayectoria que ha sido ejemplar, le ha dedicado un minuto de silencio.Silencio que no ha sido respetado por los representantes de Unidos-Podemos, que incluso se ausentaron so pretexto de que “sobran homenajes a corruptos”.
Independientemente de quienes así se manifestaron, destacar la impecable trayectoria política de esta mujer que logró una transformación espectacular de su ciudad, reconocida por los valencianos que le dieron seis mayorías absolutas. También es cierto que sobre ella solo había caído la sospecha de un comportamiento un tanto irregular, no sancionado por los jueces, y que ahora quedará en el limbo de una sentencia que no se va a producir por el archivo de la instrucción a causa del fallecimiento.
Ha sido público y notorio el gran deterioro físico sufrido por esta persona ante el linchamiento político, social y mediático (especialmente éste) del que ha sido objeto a lo largo de muchos meses. Se dice que el político debe estar hecho de una pasta especial y que debe estar preparado para aguantar todo lo que le caiga porque eso va en el sueldo. Nada más lejos de la realidad. Al margen de las motivaciones, todas respetables, que lleven a las personas a participar en política, detrás de cada uno de ellos hay un ser que siente y padece, que se emociona y sufre, la mayoría de las veces absolutamente solo.
Si, además, en este trance vital se ha sentido abandonada por aquellos a los que siempre ha considerado como suyos, esto es, por su partido, el PP, el dolor ha tenido que ser aún mucho mayor.
Desde el punto de vista médico, un infarto puede producirse por la existencia de diversos factores de riesgo (ignoro si presentaba alguno), pero no hay duda de que el estrés causado por todo lo acontecido ha jugado un papel decisivo.La sociedad debiera ejercer la prudencia antes de condenar a ningún político por el solo hecho de serlo.
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