Destellos desde el faro de las orcas

Mar Verdejo
01:00 • 17 dic. 2016

Hasta ahora no había escrito una columna de periódico con un gorro en la cabeza. He ido al cajón donde los guardo y he rescatado mi preciado gorro rojo. Es un gorro que regalaban en una revista como el que tenía el capitán Jacques Cousteau. Su amor por la Naturaleza y sus apasionantes documentales en el “Calypso”, junto a los fascinantes documentales y voz de Félix Rodríguez de la Fuente, han quedado grabados en mi memoria y en la de una generación de niños y niñas que seguimos enamorados y enamorándonos de la Naturaleza. ¿Y por qué me lo he puesto para escribir esta columna, os estaréis preguntado? Lo primero, porque es Diciembre y, el mar también es un lugar frío e interminable para los que buscan la esperanza de vivir en un mundo mejor y, porque se ha estrenado la película “El faro de las orcas” cuyo título me parece muy sugerente. He visto el tráiler y me he quedado fascinada con el personaje que inspiró la historia. 
Roberto Bubas, un guardafauna en un lugar remoto de la Patagonia, tiene que custodiar a más de 1.000 ballenas francas, elefantes y lobos marinos, pingüinos, orcas y demás población terrestre. Sin cámara ni prismáticos empezó a tomar notas en un cuaderno, haciendo dibujos y recogiendo las pautas de comportamiento de las orcas, que son los animales que más le llamaban la atención, por su estética, su hidrodinámica y su inteligencia. Empezó a distinguirlas y ponerle nombres: Antó, Exequiel, Ishatar, Maga, Sparky, Valentín, Jazmín, Toía, Mako, Agustín, Yaco, Luna, etc. Cada vez se metía más en el mar para conseguir más detalles de ellas. Hasta que un día una orca le dejó un manojo de algas a su lado. Él interpretó que querían jugar y se las volvió a lanzar. Ellas las buscaban y se las traía y él las volvía a lanzar. Eran cuatro y, entre ellas, se peleaban para ver quién llegaba primero. Estuvieron horas jugando. Se fueron y, al día siguiente estaban esperándolo a la misma hora en el mismo lugar. Tras varios días de juego se creó entre ellos un vínculo y pudo seguir observándolas de cerca, anotando todo lo que le llamaba la atención. Así descubrió que varan de manera intencionada, en un lugar determinado para cazar algún lobo o elefante marino; arriesgando su vida para cazar; y lo más sorprendente, que se sepa hasta ahora, sólo siete animales del mundo lo hacen y de éstos, cinco son hembras adultas trasmitiendo esta técnica de caza a su descendencia: las orcas viven en manadas familiares dominadas por hembras. Entre las orcas y Roberto se creó una relación de empatía entre las dos especies y, más allá de esta increíble historia, espero que la película ayude a concienciar a la ciudadanía sobre los espectáculos en zoológicos y delfinarios de estos inteligentes animales y decida no volver a ir. Las orcas siguen capturándose en el océano para exhibirlas en cautividad en estanques donde no existe el sonido del mar, ni de animal alguno, estando solo con el estridente ruido de las bombas de agua además de estar privados de movimiento. Es como si nosotros estuviéramos metidos en una bañera todos los años de nuestra vida. En el mundo se estima que hay entre 45 y 52 orcas cautivas de las cuales seis viven en España, ostentando el bochornoso récord de ser el país con más orcas cautivas. Estos centros, por mucho que digan, no pueden satisfacer las necesidades de estos grandes mamíferos marinos. Así que, solo nos queda tomar conciencia y ser consecuentes dejando de asistir a estos espectáculos para que dejen de capturarlos y de criarlos en cautividad. Otro día podríamos hablar también de otros mamíferos marinos, primates, grandes felinos, etc… que se capturan bajo grandes matanzas, como la de los delfines en Taiji,  Japón, o de los que se reproducen en cautividad para diversión o como colección y no por educación como nos quieren hacer entender: no hay mayor educación que verlos en libertad.
Hay que volver a ser los altavoces del legado de Jaques y Félix, o el de muchas otras personas, que nos han dejado huellas por su amor a la Naturaleza. Hay que volver a conectarse a ella y hacer comprender, a quien no lo vea, que no somos la única especie en este Planeta, ni que estamos por encima del resto de especies. Hoy Roberto Buba, el guardafauna de un lugar recóndito de la Patagonia, me ha vuelto a recordar que sabemos menos de lo que creemos del resto de especies con las que convivimos, porque aunque estamos híper estimulados en el entorno, vivimos aislados, encadenados y condenados a ser una sociedad enferma, sin tiempo para escucharnos ni para escucharla. Ella, la Naturaleza, siempre generosa, bella y sabia nos puede cambiar la vida enseñándonos lecciones de sencillez, humildad y silencio. 







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