Estudiábamos en el cole que las líneas paralelas nunca llegan a encontrarse por mucho que se prolonguen. Es la historia de un desencuentro. Viene de lejos. Desde la primavera de 2008, tras la segunda derrota del PP frente al PSOE de Zapatero.
El Aznar de memoria resentida y frustraciones mal curadas afloró en el congreso nacional del partido, celebrado en Valencia. Allí se escenificó el desplante del sucedido al sucesor. Rajoy sobrevivió arropado por de Francisco Camps y Rita Barberá (que en paz descanse), frente a las pretensiones de Esperanza Aguirre apadrinadas por Aznar, que finalmente se quedó a media salida, como los malos porteros de fútbol.
Desde entonces, el presidente de honor del PP (el puesto había sido creado para Aznar en el congreso nacional de 2004), no ha perdido ocasión de marcar diferencias con Rajoy, respecto al que se ha venido comportando de forma desleal e injusta. Inoportuno, enredador y pagado de sí mismo, llegó a denunciar públicamente (ABC, junio 2015) que el PP había perdido identidad y se dirigía hacia otro fracaso en las elecciones generales “si no cambia de rumbo”. Del contexto se deducía que en realidad no se refería al rumbo sino al piloto.
Por si había dudas, en el Comité Ejecutivo del PP celebrado inmediatamente después de aquellas, las del 20-D, tomó la palabra para hacer crítica de los resultados obtenidos. Y tres meses después habló genéricamente de la necesidad de encontrar “nuevos liderazgos” para la política nacional.
Como es sabido, hace unos días puso en cuestión la política conciliadora del Gobierno respecto al desafío catalán. Un episodio más de una cadena de roces que seguramente tendrán continuidad, aunque Aznar haya perdido su condición de presidente de honor del partido.
Con semejantes precedentes, y otro muchos que no cabrían en este comentario (una constante fue siempre criticar a Rajoy por pasividad ante el secesionismo y desacierto ante la crisis económica), parecen excusas mal traídas las que explica en su carta a Rajoy como razones de su renuncia al cargo y quedarse de simple militante. Dice renunciar por mantener su independencia. Como si no la hubiera ejercido para discrepar en público y privado de Rajoy, hasta el punto de poner en duda su liderazgo.
La primera consecuencia de su espantada, pocos días después de que la fundación que preside (FAES) se desvinculase también del PP (por incompatibilidad de fuentes de financiación públicas y privadas, según la excusa formal) es que Aznar no asistirá al congreso nacional del PP, convocado para los días 10-11-12 de febrero por razones que no explica en su carta de despedida.
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