Ayer se vieron colmadas muchas de las ilusiones de multitud de niñas y niños; a la Cabalgata de Reyes le secundó una noche mágica para quienes tienen la suerte de comprobar – cada vez menos españoles – que, como dice el villancico, los Reyes vienen cargaditos de regalos.
Somos muchos quienes nos dejamos llevar por todo un rito de tradición que tiene su momento álgido cuando, como dice la canción, “Al despertar oímos el clamor, del gran cortejo de los reyes magos,…, suenan trompetas, redobla el tambor.”; es entonces cuando se iluminan las caras inocentes de tantas niñas y de tantos niños que logran el juguete con el que tanto han soñado, momento para disfrutar a la par pequeños y grandes.
A muchos, los Reyes Magos les habrán traído carbón porque se portaron mal durante el año; será el caso de quien es “intrínsecamente malo”, así es como califica el magistrado del Tribunal Supremo, Antonio Salas a un hombre que mata a su mujer, además defiende que no las matan por el mero hecho de que sean mujeres o porque las consideren suyas e inferiores, sino porque ellos son más fuertes e inteligentes, ¡ahí es nada!
La delegada del Gobierno contra la Violencia de Género dice que la reducción en el número de mujeres asesinadas por sus parejas en 2016 “llama a la esperanza”, pero lo cierto es que 2017 ha comenzado con una nueva víctima. Estamos ante una lacra social en la que todos debemos tomar parte, requiriendo urgentemente un pacto de estado para actuar con mayor eficacia, sin más dilaciones, porque son demasiadas las mujeres que sufren este maltrato, pero son más las niñas y los niños que no escuchan los tambores y las trompetas que acompañan a Melchor, Gaspar y Baltasar, sino los golpes, los gritos, las vejaciones que sufren sus madres; no ven los regalos bajo el árbol, sino a su madre arrinconada o tumbada sin vida; no disfrutan con su madre y su padre abriendo regalos el seis de enero, porque su mayor ilusión sería que su padre le regalara cariño y trato en igualdad a su madre.
Dijo Einstein que “El mundo no está en peligro por las malas personas sino por aquellas que permiten la maldad”, pues bien, en un estado de derecho, las leyes deben servir para no permitir la maldad, y los jueces deben aplicarlas, no cuestionarlas.
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