Durante estos últimos días, los almerienses y, en cierto modo, los andaluces, hemos estado pendientes de deliberaciones y posibles buenos resultados en debates parlamentarios que nos afectaban directamente.
Por un lado, en el Congreso de los Diputados en la Comisión de Fomento, y por otro, en el Parlamento de Andalucía, con el debate monográfico plenario, sobre el estado de la salud en nuestra comunidad, una vez obligado el Gobierno del PSOE de la señora Díaz, por la posición, esta vez sí, de todos los grupos de la Cámara a su celebración.
En principio, debo decir que tanto en uno como en otro ámbito, el resultado no ha podido ser más decepcionante, pese a la enorme importancia que los temas allí tratados tienen tanto para el presente como para el futuro de nuestra sociedad.
Por empezar por lo más importante (al menos yo lo considero así), la salud, es verdad que las resoluciones aprobadas han de ser de obligado cumplimiento para la Junta, pero son tan ambiguas, tan intemporales y sin concreciones, que difícilmente las veremos convertidas en realidades, máxime siendo alcanzados los acuerdos solo con el consenso de los grupos de la oposición frente a la opinión del PSOE que, hoy por hoy, con un Gobierno de este signo debería ser quién los llevara a la práctica.
En este sentido es fácil comprender también la decepción de las plataformas ciudadanas agrupadas en las llamadas ,areas blancas y en los propios protagonistas de cualquier cambio, los profesionales sanitarios.
Con decir que la única concesión arrancada al PSOE ha sido un supuesto Pacto Sanitario, según el cual la Junta se compromete a un acuerdo social, integrando en él a los partidos políticos, organizaciones sindicales y empresariales, tejidos asociativos y ciudadanía en general, que favorezca al sistema sanitario público y como respuesta a las movilizaciones ciudadanas en mejora de la sanidad pública, queda casi todo dicho. La ambigüedad del compromiso ha determinado que ni el PP ni IU hayan podido votar a favor. Todo ello sin plazos y sin cuantificación económica, solo la expresión de una voluntad política puesta repetidas veces en entredicho con tantas promesas incumplidas.
El resto, hasta un total de 155, son las resoluciones aprobadas que ojalá pudiésemos ver plasmadas en realidades. Para mayor abundamiento, la presidenta faltó a la mayor parte del debate, por estar acompañando al Rey en su visita a Málaga, aunque sí lo hizo en el momento de las votaciones.
¿Y qué decir de la Comisión de Fomento del Congreso de Diputados? Ni siquiera los partidos allí representados por diputados almerienses, entre otros, han conseguido consensuar un texto de resolución en apoyo del ferrocarril en nuestra provincia, presentada por PP y C’s, posición que se repetirá en sentido contrario cuando se debata otra presentada por PSOE o Podemos. De nuevo, los mutuos agravios arrojados a la cara por “nuestros” políticos, las rencillas y muchos “tú más”, han revoloteado sobre el debate, pero lo cierto es que con esa división difícilmente llegaremos a sensibilizar a otras fuerzas políticas, llevándoles al convencimiento de que somos realmente perjudicados y agraviados. Si ni siquiera los almerienses se ponen de acuerdo, sería un comentario fácilmente deducible.
Mientras tanto, aquí en Almería, la Plataforma pro ferrocarril continúa con su andadura, como “Quijotes contra molinos de viento”, anunciando una concentración en la Puerta de Purchena el día 22. Desde luego allí estaremos, y no sé si sería muy conveniente la presencia de representantes políticos que han sido incapaces de ponerse de acuerdo en el Congreso de los Diputados.
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