Además del pan, de la justicia y la libertad que los más zoquetes siguen diciendo, cien años después, que trajo a Rusia la Revolución de 1917, la caída de los zares y el ascenso de los bolcheviques supuso un adelanto social insólito hasta el momento: la proletarización del harén para los dirigentes del Partido Comunista, ante el cómplice silencio de las feministas. Tanto es así que el cortejo fúnebre de Inessa Armad, una de las amantes de Lenin, estuvo presidido además de por el doliente Vladimir Ilich, por Nadia Krupskaya, esposa legal del líder proletario. Y es que la relación de Lenin con sus cortesanas iba más allá del dormitorio, porque la difunta y llorada Armad había sido nombrada por Lenin primera presidenta del Consejo Económico de la Provincia de Moscú y presidenta, en el Comité Central de Partido, de una comisión especial para el trabajo de las mujeres. Aporto estos datos por si pudieran enriquecer la segura e inminente reconvención que los colectivos feministas están preparando contra el líder de Podemos, Pablo Iglesias, por haber convertido su alcoba en el núcleo irradiador de su mandato. Y no sé qué resulta más sorprendente, si el atronador silencio de las asociaciones y colectivos feministas ante el indiscutible papel del colchón como elemento impulsor del salto político en ese partido o que, precisamente desde ese partido, se venga a decir, refiriéndose a la Infanta Cristina, que las mujeres vinculadas con gente poderosa gozan de especial protección jurídica y política. Quizás la anterior novia del líder supremo, cuando fue sorprendida otorgando contratos a su hermano, podría aclarar algo el asunto. Pero no nos perdamos en juegos de cama. Lo que quiero decir es que debo ser bastante idiota, porque no alcanzo a ver por ningún lado en esto de Podemos la novedad, el cambio, la nueva política o esa presunta renovatio vetustatis que decían todos estos cursis de asamblea, que vienen a atribuirse el Renacimiento vestidos de la sección de oportunidades de Alcampo
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