El machismo del Himno Andaluz

Entre la prédica y el reparto de trigo, el discurso oficial andaluz vive cada 28-F una eclosión de amor/odio que se traduce, en Almería, en enfrentadas secreciones de miel y hiel que van por barrios. Mientras que desde el entorno del juntandalucismo sevillano todo es incienso y compás de cuadro flamenco, desde el arrabal del zaragüel se le recuerda al personal aquella prestidigitación infame de un referéndum precocinado que salió rana en Almería. Hasta ahí las dos escuelas interpretativas. Permítanme que aborde, en aras de la variedad, un enfoque diferente de la cosa. ¿Cómo es posible que a estas alturas Andalucía –sí, precisamente Andalucía- sea la comunidad española más discriminadora desde el punto de vista hímnico? Sí amigos. A pesar de tener una Junta de Andalucía con unos cuadros de mando y un entorno sociomediático de lo más disciplinado a la hora de acatar sin rubor los dictados de esa jerga ocurrente y semioficial del todos-y-todas-puntocom, el Himno sobre el que se sostiene la liturgia y el relato autonómico andaluz es –siguiendo la norma oficial de la propia Junta- de un machismo repulsivo. Y es que no me dirán que no es divertido ver a los apóstoles y apóstolas del Discurso Políticamente Correcto, comiéndose en el canto del Himno de Andalucía la estrofa con mayor sabor a escroto de toda la hímnica mundial: “Los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos. Hombres de luz, que a los hombres, alma de hombres les dimos.” Me pregunto qué demonios llevan haciendo todos estos años los observatorios, gabinetes, centros y organismos de defensa y promoción de la Mujer que la Junta de Andalucía tiene en nómina todos los meses para, como dice la web del propio Instituto Andaluz de la Mujer en un descacharrante derroche lingüístico: “eliminar estereotipos o ideas preconcebidas sobre las características que deben tener las niñas y los niños, los chicos y las chicas, las mujeres y los hombres”. Pues nada: andaluces, levantaos. Y que las andaluzas sigan durmiendo.