Cuando Albert Rivera, dejando atrás un pacto con el PSOE selló otro con el PP para investir a Mariano Rajoy, sin saberlo, firmó una larga penitencia política. Quienes llevamos años observando los hechos de los políticos -no sus dichos- vimos con escepticismo aquél acuerdo. Recordaba la alianza entre el tiburón y el pez torpedo. Rajoy nunca ha simpatizado con Rivera. La soltura del joven tribuno catalán, le exaspera.
Aunque en términos ideológicos, como quedó acreditado en su último congreso, Ciudadanos comparte ideología con alguna de las corrientes que nutren al PP, en el registro de las relaciones personales, entre Rajoy y Rivera no hay química positiva. Es reactiva. Sobre todo desde que el líder de Ciudadanos insistió para que el PP prescindiera de Rajoy y presentara otro candidato a la investidura. Rivera acabó retirando el veto, pero Rajoy se la guardó. Tragó y calló porque necesitaba los 32 votos de Ciudadanos (y la abstención del PSOE) para seguir en La Moncloa y no tener que llamar al camión de la mudanza.
Una vez conseguida la investidura: joven, olvídese usted de lo prometido.
Tres meses después, ninguno de los puntos del pacto se han cumplido. Ni se ha creado una comisión para investigar la supuesta financiación ilegal del PP; ni hay calendario para convertir en ley la limitación de mandatos y acabar con los aforamientos o para forzar la dimisión de los imputados por corrupción. Nada. La clave del ninguneo al que están sometiendo a Ciudadanos la dio Martínez Maíllo, el coordinador del PP, cuando con brutal sinceridad dijo que firmaron el pacto porque eran "lentejas". Rajoy quería seguir y pagó el precio que le exigían. El compromiso duró un instante. Pero, a la manera de la familia del "simpa" de Bembibre en León que tras celebrar un bautizo en un restaurante, bailaron la conga y se largaron sin pagar, el PP no tiene prisa ni voluntad de cumplir lo pactado.
Ahora Rivera les está echando un pulso en Murcia exigiendo la dimisión del presidente regional. Rivera se juega mucho en este asunto. Si lo consigue -y no está claro que así sea- habrá salvado la cara. En sentido contrario Ciudadanos habrá dado un primer paso en el camino que conduce a la irrelevancia política. Si no se hacen respetar, nadie les tomará en serio.
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