Son numerosos los sectores de producción que viven inmersos en este prolongado periodo de crisis. Se haría interminable hacer una lista de todos ellos. Pero una cosa es la crisis que padece una profesión y otra la necesidad o no de promover la formación de profesionales de esos sectores. Con el deseo de que esto alguna vez cambie, los arquitectos, por ejemplo, inundan las listas del paro, pero las escuelas de Arquitectura siguen a su ritmo productivo. Lo mismo puede decirse de los ingenieros de minas o de los licenciados en ciencias clásicas o de… En fin, la lista es interminable. El periodismo no vive ajeno a esta situación. Cada día se cierran más medios, pero las facultades siguen generando profesionales con un fin más deseado que cierto. El pesimismo ante un futuro que se ve negro está deteriorando la calidad de muchos profesionales y de muchos medios. Es exagerado decir que el principal peligro del periodismo son los periodistas El problema del periodismo y de los periodistas son las circunstancias. En nuestra provincia tenemos el privilegio de poder disfrutar de varios medios de papel y varios más digitales. El privilegio es cuantitativo, pero no siempre cualitativo. Me cuesta trabajo creer cómo una empresa puede mantener un medio de papel que prácticamente no desarrolla otra labor que reproducir las notas de los gabinetes de prensa, a veces hasta firmándolos. La profusión de medios digitales es de tratamiento distinto porque, al menos en los niveles locales y provincial, la calidad del producto es casi de pena. Algunos de ellos son ‘chiringuitos’ del corta y pega que no aportan nada más que hacer visible a la figura de quien una vez consiguió un título y ahora no sabe qué hacer con él. Tienen los días contados. Este desolador panorama no siempre deja espacio para la tristeza. A veces se encuentra uno con momentos de euforia que nos hacen concluir que en el medio del desierto también pueden florecer plantas hermosas. Como es de periodismo de lo que hablamos no me resisto a la tentación de traer a este espacio a cuatro profesionales que, en medio de la desolación, me han transmitido esta semana el inmenso valor de hacer las cosas bien hechas. Son pocos en relación con los miles de ineptos que hay, pero no me voy a quedar con las ganas de citarles. Una de ellas es Antonia Sánchez-Villanueva, subdirectora de este periódico. Su entrevista el pasado domingo a Jesús Miranda Hita es un canto glorioso al buen periodismo. Confieso mi debilidad por las entrevistas pregunta/respuesta sin interpretaciones parrafales. La entrevista ha clarificado el tema del AVE de Almería mucho más que las hemerotecas de los últimos cuatro años. El mismo día, el domingo, goce de otro momento de buen periodismo con alguien que no conozco y que enganché en la radio por causalidad. Se llama Sandra Gálvez, periodista almeriense de deportes. Me vi en la obligación de mandarle un mensaje para decirle que lo que ella estaba haciendo era sencillamente periodismo. Me quedan otros dos profesionales: Miguel Ángel Sánchez, director de Actualidad Almanzora, y Mónica Sánchez, periodista del gabinete de prensa del PSOE de El Ejido. Sánchez es un periodista en estado puro y Mónica convierte lo insulso y un ejercicio de buen hacer profesional. Va por vuestro buen hacer, amigos.
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