Se hace necesario el desengrasante

Jose Fernández
23:10 • 13 mar. 2017

Podría decir que vivimos en una sociedad inquisitorial y prescriptiva, mediatizada por el peso del ominoso discurso políticamente correcto y en donde muchos viven dominados por el terror a salirse de lo que es marcado como bueno y admisible. Podría decir eso, ya ven, pero haré el análisis de una manera más gallarda: lo de los tontos y los botellines es una ecuación imperfecta, porque el nivel de idiotez supera, con creces, a la formidable capacidad de la industria cervecera española. 
Lo digo a cuenta de la sonora peripecia de los regalos que los patrocinadores entregaron por igual a los corredores y corredoras de la Carrera por la Igualdad de Almería y la interesada polémica por el regalo de un desengrasante, junto a un pack de tomates, una pulsera y una braga para el cuello. Los partidos que intentaron boicotear la carrera (PSOE e IU) por admitir ésta por primera vez la presencia masculina, se lanzaron a pedir dimisiones a la sombra de un titular de sesgada manufactura, olvidando que en el Ayuntamiento de Sevilla, donde gobiernan, se hizo el mismo tipo de regalo a las mujeres participantes de la Carrera Nocturna del Guadalquivir. Pero lo verdaderamente machista es pensar que un desengrasante (que patrocina a deportistas de ambos sexos en competiciones repartidas por todo el mundo) entregado a un hombre es un obsequio, pero un insulto genérico si se entrega a una mujer. ¿Y los tomates? Estoy echando de menos que algún intrépido critique que se hayan regalado tomates, ya que eso lanza un mensaje machista que relega a la mujer a la cocina. Insisto: entre el tintinear de los botellines, la procesión de penitenciadores marcha circunspecta y solemne, denunciando la herejía posmoderna del machismo: “machista, confiesa tus pecados y arrepiéntete.” Quizás sea raro, pero yo cocino, desengraso y me abrigo el cuello igual que una mujer. Y conozco a muchas mujeres que lo hacer igual que yo. En fin, que sigan criticando, pero creo que ante tamaña eclosión de pringue, nada mejor que un buen desengrasante.







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