Otra arteria principal de una ciudad es el paseo que toma distintas denominaciones según el gobierno-régimen reinante, unos y otros pugnan, en caso de alternancia, por poner el suyo destituyendo la placa del nombre puesto por el anterior, pero ganas que tienen, sus nomenclaturas no terminan por triunfar ya que siempre es conocido por el nombre de la villa donde se encuentra. Es rara la ciudad o pueblo de –esta- nuestra península que no tenga un paseo, algunas poblaciones de Andalucía occidental no tienen paseo pero tienen la corredera, que viene a ser lo mismo, ambos espacios populares destinados a que la población trote mezclándose las distintas clases sociales, y es que, a la hora de admitir visitantes, el paseo es mas populista que la calle reyes. Si las capitales de provincia tienen un paseo, por regla general sus pueblos también tienen el suyo, hecho que no sucede igual con la calle reyes, esta es más de capital que de provincia. La diferencia fundamental es que los de los pueblos suelen ser paseos menos comerciales que los de ciudad, siendo adornados por frondosas alamedas y cuidados jardines. En cambio, en los paseos de la capital tienen su sede las grandes cadenas y franquicias comerciales, los bancos sus oficinas principales, las tiendas de toda la vida sus establecimientos, y, por supuesto, los cafés sus “ventanales-escaparates” y terrazas abarrotadas a las horas punta de los desayunos y meriendas.
Todo capitalino que se precie de serlo, tiene que dejarse ver por el paseo en sus horas punta, las 11 (am) y las 7 (pm), o un poquito antes en horario de tarde si es invierno. Todo cateto que se precie de serlo, no puede venir a la capital y volver a su pueblo sin contar lo que ha visto por el paseo. Hay varias especies de fauna asidua de los paseos, dos de ellas son las que merecen ser destacadas: una, asentada en los miradores y terrazas de las cafeterías, que no dejan títere con cabeza, sacapellejos de todos los que tienen la desgracia de pasar por allí; y, otra, que recorre diariamente el paseo en un ir y venir continuo, baja por una acera y sube por la otra, son los “subibajas del paseo”, personas desocupadas, normalmente muertos civiles que con la excusa del ejercicio vagan por sus aceras, correveidiles de los ecos sociales de la ciudad; funcionarios que “a trotecito lento recorren el paseo” en hora de oficina, hombres anuncio de su posición social lograda, casi siempre, gracias a los numerosos contactos que en tan privilegiado lugar pueden hacerse. Si no fuera por ellos la tradición oral, el boca a boca, no continuaría viva y habría sido vencida por las nuevas tecnologías, como sucede en otros ámbitos del correr de los días, actualmente.
Terminado el horario comercial el paseo queda desierto, su población es sustituida por los habituales de los locales de la noche que tanto de comer dan a los taxistas cuando de madrugada vuelven a sus casas.
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