El diputado socialista Miguel Angel Heredia, está tardando mucho en renunciar a su acta de parlamentario. Sabíamos poco de éste ciudadano cuyas obras parlamentarias a lo largo de una veintena de años no pasarán a la historia del Hemiciclo. Lo que sabemos ahora es que no nos habíamos perdido nada. Mejor dicho habíamos salido ganando vista su soez manera de expresarse y opinar sobre sus compañeros en el Congreso. Insultar a Margarita Robles, diputada y magistrada en excedencia, es una bajeza incompatible con el decoro exigible a todo ciudadano. Que a Heredia le disgusten las opiniones de la señora Robles (partidaria de Pedro Sánchez) respecto de la actuación de la Gestora o de Susana Díaz en la batalla de primarias, ni le da derecho al insulto ni le otorga coartada para su barriobajera forma de expresarse.
No es suficiente con pedir disculpas a la agraviada quien, con buen criterio, ha decidido marcar distancias respecto del mencionado personaje. Que este haya tratado de rebajar el nivel del agravio producido aduciendo que las descalificaciones y el insulto se produjeron en el transcurso de una intervención suya ante un auditorio compuesto por militantes de las Juventudes Socialistas, tengo para mí, que agrava la cuestión. Si un diputado habla de esta guisa, ¿qué ejemplo está ofreciendo a los jóvenes? Tras lo visto y oído en ocasión del traumático congreso en el que fue defenestrado Pedro Sánchez de la secretaria general del PSOE ya nadie se toma en serio lo de la “fraternidad” como ideal de los socialistas. Pero la buena educación sigue siendo exigible.
Se echa de menos que la señora Susana Díaz se haya limitada a “no compartir” lo dicho por el diputado Heredia ¡Menos mal¡. Zanjar la cuestión diciendo que el lenguaraz diputado había pedido disculpas, es lo mismo que nada. Este penoso asunto retrata mejor que cualquier crónica el estado real de tensión que recorre las filas del Partido Socialista. Abocados como están a elegir un secretario general cuya titánica y primordial tarea será restañar las heridas abiertas entre sus militantes, sus simpatizantes y sus cada vez menos votantes.
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