Con numerosas situaciones de precariedad, con cierres y desapariciones injustificadas, con unos doce mil puestos aniquilados durante los últimos años en diferentes medios de comunicación, con la libertad cercenada por arriba y por abajo, por los gobiernos y las propias empresas, no es fácil ejercicio reflexionar y meditar sobre la profesión periodística. No es plato de buen gusto ingerir tantas excusas proclamadas por doquier para justificar lo injustificable. Por estas y otras razones son dignas de reconocimiento las palabras de Carlos Dada, periodista salvadoreño, quien el pasado día siete recogió en Córdoba el décimo premio internacional Julio Anguita Parrado, que anualmente concede el Sindicato de Periodistas de Andalucía, junto a otras entidades e instituciones andaluzas. Según el galardonado, la propuesta de salvar a los medios matando al periodismo es un insulto a nuestras sociedades, una reflexión que desnuda la cruda realidad de nuestro entorno, en donde un día sí y otro también se reduce el número de profesionales que son sustituidos por pseudoperiodistas y allegados que con sus mejores intenciones maltratan el oficio y su actividad principal: contar la actualidad.
Carlos Dada ha sido distinguido con el galardón del Sindicato de Periodistas por hacer de El Faro un medio de referencia del periodismo en defensa de los derechos humanos en Iberoamérica, en concreto en su país, El Salvador, donde tras una década de violencia “el sistema político decidió esconder debajo de la alfombra aquello: negó el derecho al dolor y el derecho a la verdad, y lanzó un mensaje terrible de impunidad que hoy permanece”. Las nuevas redacciones saben mucho de recursos tecnológicos pero ignoran mucho más el buen hacer del periodismo: se firman las notas de prensa tal cual, se hace la ola sin más al primer indocumentado que tiene a bien soltar las mayores estupideces que se hayan podido leer, ver u oír; la vertiginosa celeridad con la que se trabaja impide contrastar y afianzar las informaciones; se atienden ,sin más, nimias matizaciones de agentes de grupos de poder que puedan llegar a la mesa de redacción, impera cualquier tipo de criterio por encima del periodístico a la hora de seleccionar o dar cobertura a las informaciones..y lo que, -como denunciaba Carlos Dada- es más grave: el periodismo no sirve de denuncia contra los abusos de poder. Por ello, el profesional salvadoreño reclamó que el periodismo ocupe el lugar que le corresponde, y abundó en una realidad palmaria: el periodismo no se debe a sus lectores, se debe a sus principios. Unos principios apenas presentes en las actuaciones de parte de la profesión o, cuando menos, aliviados en su rigor y en su ética. Es más que evidente un desasosegado panorama de nuestro oficio que requiere análisis y debate, pero no precisamente de la “dictadura del clic” en la que se ha instalado.
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