No había misterio. En Cataluña todos estaban al tanto de los negocios ilícitos de la familia Pujol aunque la clase política y algunos periódicos hacían como que no se enteraban. Es lo que tiene la corrupción que cuando está incrustada en el sistema es como el ruido de los aparatos de aire acondicionado, al principio se nota pero llega un momento en el que uno se acostumbra. Máxime si, como es el caso, a través del extendido procedimiento del pago de comisiones por parte de las constructoras para obtener contratas de obra pública -el famoso 3%- eran muchos los que se benefician del sistema.
Sabiendo como sabemos hasta dónde ha llegado la cosa lo que cabe preguntarse es por la razón del larguísimo período de impunidad del que se han beneficiado la familia Pujol y sus allegados políticos, los dirigentes y gestores de Convergencia Democrática, partido travestido en el PdeCat cuyas sedes siguen embargadas por decisión judicial.
La razón no es otra que la protección política. En este caso por cuenta de sucesivos gobiernos de España (primero con Felipe González, después con José María Aznar) que pactaron superar sus precariedades parlamentarias negociando el apoyo de los diputados entonces catalanistas, hoy independentistas. Cerraron los ojos a sabiendas de la trama organizada por Jordi Pujol, un ciudadano que presumía de honorabilidad al tiempo que según tardía confesión (julio de 2014) llevaba una veintena de años defraudando al Fisco al que ocultó una partida de más 800 millones de pesetas de dudosa procedencia.
En 1984 (“caso Banca Catalana”) los fiscales Mena y Villarejo habían reunido pruebas abrumadoras acerca de la responsabilidad de Pujol (a la sazón presidente de la “Generalitat”) en el saqueo de esta entidad bancaria hoy desaparecida. Fueron apartados del caso y Pujol siguió dando lecciones de moralidad muy en su estilo de predicador artero. Si en aquellos días se hubiese dejado actuar a la Justicia es probable que hoy España no tendría que enfrentarse al desafío separatista. Tampoco fue buena idea aquello de “hablar catalán en la intimidad” (Pacto del Majestic PP-CDC, que permitió a José María Aznar formar su primer Gobierno aún estando en minoría en el Congreso. Aquellos errores políticos de conveniencia los pagaremos durante mucho.
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