Cuesta entenderlo, pero todos los indicios muestran que es así: el Gobierno central no tiene ni idea, a estas alturas, cuando faltan cuarenta y siete días para lo que sea que acabe ocurriendo en la jornada del referéndum catalán, acerca de qué piensa hacer el Govern que preside Puigdemont. Ni idea. Las miradas gubernamentales, que están mucho más atentas de lo que en principio pudiera pensarse dada la época y los silencios que nos abruman, se angustian: ¿qué se prepara en el Parlament a partir de este miércoles? ¿Habrá por fin una sorpresa y la Mesa aceptará a trámite esa ley del referéndum que, en estos momentos, no figura en el orden del día?
Todo puede ser, porque todo indica que la Generalitat juega al despiste ‘con Madrid’. Estamos, en el ‘puente’ menos laborioso quizá del año, e inmersos en muchos silencios. Desde luego, está claro que los ministros o tienen instrucciones, o tienen muy pocas ganas, de hacer declaraciones a los medios; y, así, apenas vemos al titular de Fomento hablando sobre el conflicto de El Prat, que ha sido un problema puntual, pero muy preocupante, agravado porque ha ocurrido en Barcelona.
Y desde la Generalitat, lo mismo: sabemos que andan en frenéticos preparativos, pero es, como siempre, la CUP la que da las exclusivas: ya hay urnas y censo, han proclamado, sin que, ya digo, ‘en Madrid’ se hubiesen enterado. Aunque se dude, eso sí, de la veracidad de los anuncios de la formación extra-sistema.
Resulta, así, difícil precisar el calendario para las próximas seis semanas y media, que es lo que nos separa de ese potencial ‘choque de trenes’, o de lo que sea, si Puigdemont lleva adelante su promesa -que tendrá que llevarla, aunque sabe que la cosa acabará mal de ir a las urnas para que los catalanes digan si quieren o no separarse de España.
Lo que ocurre es que hay indicios de que él también está muy preocupado: ignora lo que piensa hacer al respecto, en concreto y más allá de acudir al Tribunal Constitucional, el Gobierno central. Me dicen que Puigdemont, como mucha más gente, cree que Rajoy tiene un as secreto en la manga: no es difícil tenerlo, dada la cantidad de irregularidades, corruptelas, violaciones de la legalidad y trampas de toda suerte que caracterizan el camino del ‘procés’ y de muchas otras situaciones previas al proceso independentista. Y Rajoy sabe manejar la información, como quedó evidente en el ‘caso Pujol’. ¿Hay dossieres explosivos flotando por el aire? Y si los hay, ¿servirán para hundir el referéndum? Forzosamente lo tenemos que ver pronto. Así, en este ambiente, muy peligroso, de mutuo ignorarse, transcurren días cruciales en los preparativos de ese referéndum ilegal que, curiosamente, tan poco parece interesar a la opinión pública del resto de España.
La sensación, insisto, es la de que cualquier cosa puede pasar con un Govern y un Parlament catalanes que hasta esconden el verdadero alcance y propósitos de las leyes de desconexión que forzosamente habrán de tramitarse en la Cámara legislativa autonómica, sin que se sepa cuándo. Claro, de esta forma, pretender hacer un calendario político en Cataluña para el próximo mes y medio es imposible, más allá de los anuncios de que habrá un encuentro entre Puigdemont y el máximo representante del PP en aquella Comunidad, García Albiol u otros encuentros puntuales y temo que no muy trascendentales.
Por no saber, ni siquiera sabemos cuándo podría ser llamada la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, a declarar por su presunta desobediencia a los dictámenes del Constitucional, y ese día sí que se va a registrar una movilización independentista importante en las calles de Barcelona y frente a los Juzgados; no será la Diada, dicen en el PDeCat, pero casi... Y, por cierto, puestos a hacer calendarios, para la Diada ya no falta ni un mes. ¿Es esto significativo? Lo significativo es que Cataluña cada día se endeuda más, que el ambiente político no puede estar más enrarecido y que hay que constatar el fracaso de aquella ‘operación Diálogo’, que tan ilusionados nos hizo sentirnos a algunos. ¿Qué pasó de esta ‘operación Diálogo’?
Pues eso: silencios que indican que nadie quiere enterrarla, pero que también evidencian que, si aún existe, solamente un débil hilillo de vida corre por sus atrofiadas venas. No hay interlocución entre las dos partes, y conste que no equiparo a una, la que tiene que hacer cumplir la legalidad y los deseos de la inmensa mayoría de los españoles, con la otra, la que incumple la legalidad y quiere imponer sus dictámenes fantasma quién sabe si basándose en la voluntad de una minoría de los catalanes.
Ya saben: el día 16 de este mes, miércoles, superado el super-puente festivo, entramos en la recta final. Cuarenta y cinco días nos separarán de una meta a la que, sospecho, nadie quiere llegar, pero qué remedio.
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