Un privilegio para Almería

Gonzalo Hernández Guarch
01:00 • 29 sept. 2017

Conocí a Carlos Pérez Siquier hace la friolera de cuarenta y cinco  años, en 1972, cuando aún no había llegado la democracia a este país pero ya se barruntaban nuevos aires. Fue una ventosa tarde en la antigua Biblioteca Villaespesa del Paseo donde yo estaba presentando una exposición de dibujos. A él le encantaron y hablamos un largo rato sobre cómo el arte iba a cambiar el mundo. Por entonces yo estaba terminando la carrera de Arquitectura, y desde el primer instante me di cuenta de que Carlos era un hombre diferente en muchos sentidos a todos los que había conocido hasta entonces, me explicó que trabajaba en el Banco de Santander en Almería, pero que ante todo, sobre todo, por encima de todo, era un fotógrafo que quería seguir exponiendo y publicando sus instantáneas. Luego le presenté a mi novia, Amalia, y ambos, de inmediato nos sentimos muy atraídos por su fuerte personalidad, su sentido artístico y su capacidad de observación. Con el paso de los días nos hicimos muy amigos y compartimos muchos momentos; quedábamos para pasear cuando él tenía unas horas libres, lo acompañamos de día, al atardecer, incluso de noche en ocasiones, recorrimos todos los barrios de Almería, sobre todos ellos La Chanca, y otros lugares del entonces particular extrarradio urbano de nuestra ciudad, mientras él buscaba incansablemente, con ojo avizor sus particulares personajes, sus paisajes, los encuadres para sus obras, y no dejaba de tomar fotografías con su inseparable cámara. También realizó innumerables fotos de Amalia como modelo, ya que congeniaron mucho como artista y modelo, al punto que algunas de ellas merecieron convertirse en portadas, como la de la revista ‘Alborán’ de febrero 1972, y sobre todo la del anuario español ‘Everfoto’ 1973, además de otras publicaciones. Amalia era una modelo innata que posaba con total naturalidad además de una preciosa joven con la que terminé casándome, y nuestro privilegiado fotógrafo de la boda fue precisamente, nada más y nada menos, que Carlos Pérez Siquier. El mejor regalo de boda que nadie pudo hacernos. También nos hizo unas cuantas instantáneas al día siguiente, donde volvimos a encontrarnos con él y con Concha, su esposa entonces, en el Parador de Mojácar y muchas otras posteriormente, ya que aquella amistad fue profundizando, nos abrió las puertas de su casa, de su familia y de sus mejores amigos en aquellos tiempos, entre ellos José María Artero, que había sido uno de mis mejores profesores en el instituto, y que entre otras cosas me encargó el logo del nuevo Ateneo de Almería, un símbolo aún vigente del que me siento orgulloso, con el esquema del Vaso Campaniforme de la cultura del Argar, lo que demostraba que la cultura almeriense se encontraba entre las más antiguas de la humanidad tal y como Carlos aseguraba al que quisiera escucharlo.
Quiero dejar constancia con ello de que no estoy escribiendo de oídas en la coyuntura de la inauguración de su merecido Centro Pérez Siquier en Olula del Río. Un centro que sin duda cambiará la historia de esa importante Villa de la Comarca del Mármol, y de nuestra provincia para bien, ya que pasarán por el infinidad de fotógrafos, artistas, intelectuales y tantísimas personas atraídas por el inmenso arte del gran maestro de la fotografía, alguien que colaboró en implantar en nuestra ciudad el Centro Andaluz de la Fotografía, junto al recordado Manolo Falces, con el que también mantuvimos una profunda amistad.
Pérez Siquier es el equivalente en su sentido artístico a Magritte, un artista completo, con una visión privilegiada, la que pudo poseer Klimt, y ya centrándonos en la fotografía, el equivalente a un Sebastiao Salgado, un  William Eggleston, un David Goldblatt, o más cercanos, con la profunda filosofía de un Alberto Schommer, la percepción de Cristina García Rodero o de Oriol Maspons. Se encuentra sin duda entre los elegidos por su especial visión del mundo que nos rodea, penetrante, aguda, profunda y sincera, sin artificios ni especulaciones. Él nos ha mostrado la realidad primigenia y nos ha enseñado a mirarla para intentar entenderla. No es por casualidad Premio Nacional de Fotografía, académico de Bellas Artes. A nivel coloquial, en el lenguaje cercano y amistoso de Almería, un pedazo de artista.
Enhorabuena pues a Carlos y a Teresa, su fiel compañera y amiga vital, a los habitantes de Olula por lo que significará para ellos, a la Fundación Ibáñez Cosentino por la sensibilidad e inteligencia al acoger este Centro Pérez Siquier en el Museo Casa Ibáñez, y en definitiva a todos los almerienses, ya que con ello seguimos un camino que colaborará en una mejor imagen de esta bella y aún desconocida provincia que habitamos, un lugar que posee una tan intensa luz que puede llegar a cegar a los no precavidos.
 







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