En estos tiempos en los que los asuntos sensibles se prolongan hasta el infinito y más allá por medio de “estudios de viabilidad” y circunloquios llenos de palabritas finas, decir la verdad se convierte en un hecho revolucionario. Y así se explica el eco que están teniendo las declaraciones del alcalde, Ramón Fernández-Pachecho, en un encuentro con la prensa al cumplirse el segundo aniversario de su nombramiento: el Ayuntamiento descarta peatonalizar el Paseo. Vaya por Dios. Esta noticia habrá causado honda decepción entre los partidarios del proyecto, porque esa iniciativa gusta sobre el papel y porque ahora peatonalizar se ve con buenos ojos después de las experiencias conocidas. Pero recuerden que cuando se propuso peatonalizar algunas calles del centro, muchos de los que ahora quieren que se peatonalice a troche y moche se pusieron como panteras furiosas oponiéndose. Pero claro, no es lo mismo quitar el tráfico de una calle comercial que suprimirlo en una vía que, por el planteamiento urbano almeriense, es un eje clave en la circulación diaria. Los técnicos que han estado trabajando en el proyecto consideran inviable y poco conveniente cortar el flujo del tráfico en el Paseo, más que nada porque los alrededores de esa céntrica vía son calles estrechas incapaces de absorber el enorme tráfico derivado. Piensen en este dato: cada tres minutos pasa un autobús por el Paseo. ¿Qué otras calles cercanas a esa zona pueden dar cabida a semejante presión? Ninguna, pero no cabe descartar que de aquí a los próximos tres telediarios se cree una Mesa por la Peatonalización del Paseo o que el reparto habitual de coros y danzas convoque movilizaciones y folclores diversos o que alguna formación política incluya la promesa de peatonalización del Paseo en su programa electoral. Esto es Almería y hemos visto cosas semejantes desde que tenemos memoria. Nada nuevo bajo el sol.
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