Sus historias se han escrito con renglones paralelos, pero el dolor y el sufrimiento de sus protagonistas no siempre han hallado recompensa. Por fortuna, este caso ha encontrado otro final. Corría el año de 1968 cuando la almeriense María Soler, una joven madre de familia en difícil situación económica, acudió a dar a luz su cuarta hija en el Hospital de beneficencia de las Cinco Llagas, en Sevilla, ciudad a que se había trasladado para trabajar en la recogida de algodón. Antes del parto, una de las monjas que asistía el paritorio le sugirió la conveniencia de dar en adopción a la niña para aliviar su precaria economía. Tras la rotunda negativa de la madre, pocos días después del alumbramiento le comunicaron que la recién nacida había fallecido de muerte súbita. María y su familia alternaban la recogida del algodón con la pesca en las marismas del Guadalquivir, en cuyo entorno habitaban en una modesta vivienda.
Mercedes, la niña supuestamente fallecida, vivió un largo periplo que le llevó a una casa cuna de Madrid, escenario de la mercadería de la adopción, donde tras un compromiso cerrado con un adinerado matrimonio, fue rechazada porque la última cifra que le habían puesto doblaba la cantidad inicial pactada. El incierto destino de la pequeña en algún hogar de caridad dio un giro total cuando el matrimonio de un rico empresario chileno, con intereses en nuestro país, tomó a Merceditas en adopción. Con doble nacionalidad, la hija de la algodonera conoció por sus padres adoptivos algunos detalles de su procedencia, pero poco más.
Casi tres décadas después del nacimiento de Mercedes, María Soler, soñó una noche que la pequeña vivía y que no había muerto. Los padres biológicos consultaron a una vidente, que ratificó la existencia de la hija muerta, y transmitieron los datos conocidos a los demás hijos, a quienes pidieron se hicieran cargo de la búsqueda de su desconocida hermana. Fallecidos los progenitores, su tercera hija, Eva, se tomó el encargo con tanto interés que, después de haber conectado con las asociaciones de bebés robados, empleó dos días ininterrumpidos en analizar denuncias, cruzar datos y visionar fotografías.
Extenuada, cuando estaba a punto de abandonar tan compleja empresa, adivinó una fotografía en la cuenta de facebook de una de las asociaciones, que era fiel reflejo de Estrella, su quinta hermana, a quien preguntó por la razón de la inserción de su foto. Tras constatar que no era ella, sino otra joven con gemelos rasgos, las dos hermanas comunicaron con ésta y descubrieron que se trataba de Mercedes, la hermana “fallecida”.
Los hijos de María Soler se reencontraron hace unos meses. Mercedes, que ha recibido la caudalosa herencia de sus padres chilenos, regresará pronto a Andalucía, donde ha decidido residir para recuperar el cariño y el afecto que le robaron. La vida sonríe a Mercedes, una hija robada con suerte.
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