Una de las múltiples leyendas castrenses habla de un soldado enojado por alguna circunstancia que desconozco y, en un airado arrebato, decidió emprender la improductiva reacción de de no comer rancho para que se jodiese el sargento furriel.
También es conocida la tendencia de algunos periodistas reticentes a que la realidad les fastidie un buen titular preconcebido referido a una historia que ha dirimido de manera diferente a la trama intuida, inventada o más “rentable” a efectos de audiencia. Es una práctica habitual en ciertas ocasiones donde convergen diversos vectores de intereses tender hacia el contubernio y la conspiración; cuando la trama real es muy simple y se circunscribe a un simple error, incompetencia o coincidencia. Es, entonces, cuando surge la necesidad de enmendar lo obvio con un “sí, pero…”, y ahí entran todo tipo de argumentos y sospechas en un alambicado juicio de intenciones que trata de justificar lo que nuca fue, pero que podría haber sido desde una perspectiva ficticia.
La realidad Cuando se instala en la refriega política un proceso de desacreditación de todo lo que hace y emprende el contrario -especialmente si el contrario ostenta el poder-, suele encontrar frustraciones inasumibles si las reivindicaciones, protestas y propuestas son ampliamente superadas por realidades tangibles que hacen ya innecesaria esa reivindicación. Es, entonces, cuando la presión y eco social acumulado no tienen ya objeto. Pero, inasequibles al desaliento y a la notoriedad alcanzada, los inspiradores de tan “rentable” acción y presencia social no están dispuestos a soltar la presa.
Es una realidad que las diferentes promesas del ministro de Fomento han cristalizado en compromisos reales para la agilización de la llegada del tren de altas prestaciones a Almería, así como las mejoras aplicables (ya presupuestadas) al trazado Almería-Granada, que permitirán acortar el tiempo del trayecto que no se modificaba sustancialmente desde hace casi 100 años. Igualmente, una obra tremendamente necesaria por seguridad y comodidad como es la solución al paso a nivel de El Puche, está a punto de iniciarse consiguiendo poner fin a un gran problema ampliamente demandado por la creciente población que ha de cruzar a diario por estas vías. Y, en cuanto al AVE, ya se han publicado las expropiaciones entre Lorca y Pulpí que afectan a 923 fincas involucradas en el trazado.
Dicho lo anterior, se produce un efecto curioso. La Mesa del Tren, en una acción loable en aras de las mejoras ferroviarias en la provincia, ha venido reivindicando diferentes acciones y dotación presupuestaria para agilizar el actual trazado ferroviario y la llegada del AVE (tren de altas prestaciones) a Almería. Sin embargo, a mayor cumplimiento de los plazos y consolidación de los proyectos, se produce un recrudecimiento de las protestas. O sea, que la Mesa del Tren, como si se mantuviese ajena al BOE, las publicaciones de las expropiaciones y el inmediato inicio de las obras en el paso a nivel, incrementa su enojo y magnifica los incumplimientos. Es una reacción directamente proporcional: a mayores soluciones más protestas.
Reivindicaciones La reacción difícilmente explicable de la Mesa del Tren sólo se entiende desde posiciones ideológicas. Las reivindicaciones de inspiración sectaria no soportan la obsolescencia de sus planteamientos; menos aún cuando la realidad ha dejado sin efecto la persistencia en la protesta. Ciertamente, la Mesa del Tren ha logrado un respaldo mediático que no se colige con la involucración social. Ahora bien, ¿quién desaprovecha un instrumento que desvíe las acciones del Gobierno hacia una permanente sensación de incumplimientos?
Pues eso. Que se joda el furriel, que hoy no como rancho.
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