¿Tienen derechos los animales?

Dice la filósofa Martha Nussbaum que `los animales no humanos son personas en sentido amplio`. ¡Coño! Sí conozco personas muy animales. Vamos camino de p

Fausto Romero Miura
01:00 • 04 mar. 2018

Leí el domingo en “El Mundo” una entrevista con el jesuita y psicólogo clínico José María Fernández-Martos que, a sus 82 años, cada domingo visita a presas terroristas en la prisión de Brieva (Ávila).
Cuenta que una, muy conocida, con veintiocho asesinatos a sus espaldas, le dijo desdeñosamente: “Me has decepcionado, José María. No sabía que te gustaran los toros. ¿Cómo te puede gustar ese espectáculo sangriento?” 
No sé definir mi estado de ánimo al leerlo. Supongo que a Vd., le pasará algo parecido.
Recuerdo que en el Congreso Internacional de Derecho Taurino celebrado en Nimes en septiembre de 2009, Gérard Christol, ex Presidente del Consejo de Decanos de los abogados franceses, dijo que por la inercia de los tiempos, podemos llegar a proteger más a los animales –a todos los animales- que a los seres humanos.
Pues por ese camino vamos de manera acelerada: a las pruebas me remito: ahora, los animales tienen más derechos que los humanos.
Desde que empezó el siglo nuevo no vivimos una época de cambios, sino un cambio de época, en el que minorías ruidosas, emboscadas en el anonimato de las redes sociales, se imponen a las mayorías, pasivas. Y, entre esas minorías, destacan las que propugnan el buenismo, el animalismo, variantes de un ecologismo talibán que, de manera airada y violenta, impone -¡un sarcasmo!- la no violencia.
Fruto de ello es, por ejemplo, la práctica desaparición del boxeo y la entrada en vía de extinción de Los Toros, aunque no deje de resultar curioso que los gimnasios estén llenos de jóvenes de ambos sexos, de celebridades, de yuppies, que se ejercitan con el boxeo –el llamado "white collar boxing" o boxeo de guante blanco- vestidos con ropas, carísimas, diseñadas por los más célebres diseñadores de moda.
¿Por qué ese revival progre, de fitness, encerrado en un gimnasio, de un deporte extinguido? Dicen sus  practicantes que libera estrés, siluetea el cuerpo, resetea la mente y la fortalece...
Pero, ¿boxeo profesional, de competición? ¡Anatema! Es violento, y hay que ser buenos.
Y con Los Toros, más de lo mismo, pese a que en 2017 asistiéramos a las Plazas más de cinco millones de asesinos  –según los sensibles antitaurinos-; un millón más entre Francia y Portugal; y veinte millones de españoles en los festejos populares.
Sin embargo, esa sensible  y violentísima minoría de antitaurinos –recuérdese lo que dijeron cuando los toros mataron a Víctor Barrio y a Iván Fandiño- trata de imponer su buenismo animalista y populista prohibicionista al pueblo –esos 25.000.000 millones- empleando la violencia y las redes sociales.
Y lo van consiguiendo: a Los Toros les queda un pelao.
¿Ganan los animales, tienen derechos los animales?   
Jesús de Perceval, decía: “todo está en función del hombre, y el resto es ambiente donde vive el hombre.” ¡Pues, hoy, no! El benemérito animalismo –por cierto, palabra no recogida por la Real Academia sino como estilo artístico- cada vez más se convierte en talibanismo, en intransigencia, en intolerancia, en estupidez en suma: no puede atribuirse derechos a los animales y, mucho menos, más derechos que al ser humano.
Los animales no pueden ser sujetos de derechos, pese a la desmadrada Declaración Universal de los Derechos del Animal, proclamada en 1977 por la Liga Internacional de los Derechos del Animal. A cada derecho le corresponde una contraprestación –un deber- y los animales no pueden asumirla.
¿Y los árboles, las aguas, las plantas, el aire, la ciudad…? Han de ser protegidos y cuidados, pero ¿tienen derechos?
Su protección por parte de las personas no es un derecho animal, sino la obligación que moral y legalmente se nos impone como contrapartida a nuestro derecho a disfrutar de ellos.
Sí está regulada en nuestro Derecho la protección del bienestar de los animales “utilizados en experimentación y otros fines científicos, incluyendo la docencia”, y el Código Penal tipifica los “delitos relativos a la protección de la flora, fauna y animales domésticos”, y castiga el maltrato injustificado de animales no domésticos “en espectáculos no autorizados legalmente”. 
No se trata, pues, del derecho del animal, sino de la obligación del hombre de no maltratarlo.
Como afirma Díez-Picazo, el único sujeto posible del derecho subjetivo es “la persona (física o jurídica)... El derecho subjetivo presupone la personalidad” 
Y los animales no la tienen aunque, claro, no falta quien, como la filósofa americana Martha Nussbaum, llegue al delirio de afirmar que “los animales no humanos son personas en sentido amplio". Buscaré qué dice sobre la Asociación Nacional del Rifle.


El Día de la Mujer Repartidos al 50%, sigue habiendo una cultura masculina, machista. Los hombres y las mujeres somos iguales en cuanto que personas y diversos como individuos; iguales, pues, en nuestra diversidad, y no rivales, sino interdependientes: necesitamos ambas piernas para andar con equilibrio. El mundo estará cojo mientras sea necesario celebrar el Día de la Mujer, mientras otorgue más derechos –incluso salariales- nacer hombre que mujer. 
Con todo, me parece que el Manifiesto de la Huelga del día 8, ayuda poco.


Berlusconi resucitado Hoy hay Elecciones en Italia, con Berlusconi como principal protagonista, pese a estar inhabilitado, por lo que propone a nuestro amigo Tajani como candidato a Primer Ministro. La fascista Liga Norte, de Salvini, amenaza con extenderse hacia el sur. Renzi y el Partido Democrático, se diluyen. Y Cinco Estrellas, del histriónico y malhumorado payaso Grillo, puede ser el más votado, pero sin mayoría de diputados. ¿Cómo se ordenará ese gallinero?
...Y Rajoy, sin renovar su gobierno, achicharrado en su nadería.




Don Diego Cara Ha muerto lo que quedaba de mi niñez, que es tanto, quizá, como decir mi patria, pues, según Rilke, la infancia es la patria del hombre: ha fallecido don Diego Cara quien me enseñó mis primeras letras y le dio su primera formación de hombre al salvaje que yo era, en la Academia “Nuestra Señora de Fátima” de Berja.
Si mi amigo Pepe Heredia Maya decía que un joven no es un saco que hay que llenar sino un fuego que prender, don Diego Cara encendió en mí, para siempre, ese fuego. Su llama lo recordará siempre.


 






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